Novilla de Triunfadores, con la ausencia de Diego San Román
Domingo 3 de noviembre de 2019. En la Plaza de Toros Nuevo Progreso, la tarde de ayer se llevó a cabo la Novillada de Triunfadores, con cierta desazón en los tendidos por la ausencia del novillero queretano Diego San Román, indiscutible triunfador del serial, por haber realizado la mejor y más emocionante faena la tarde del 6 de octubre pasado, en la que cortó las dos orejas y el rabo al novillo de la ganadería de San Martín. San Román se resintió de una lesión por la que tuvo que ser intervenido, y eso le impidió presentarse la tarde de ayer.
Para la ocasión fueron seleccionados por la empresa los novilleros José Sainz, de San Luis Potosí, quien salió por la puerta grande la tarde del pasado 22 de septiembre; el queretano Juan Pedro Llaguno, que alternó con Sainz en aquella misma tarde; y el hidrocálido Miguel Aguilar, que se había presentado sin suerte en la novillada del 6 de octubre. El objetivo: obtener el trofeo “Manuel Capetillo” para el triunfador.
Los novillos de la ganadería de Los Cués estuvieron bien presentados, siendo tres de ellos cárdenos y los otros tres de color negro. Todos fueron al caballo, unos con más codicia que otros, destacando el sexto por su trapío. Sin embargo, ninguno de los novillos logró transmitir emoción al tendido, debido a su escasa bravura.
José Sainz había generado expectación con la puerta grande que obtuvo en la tercera novillada del serial, pero la suerte no le sonrió esta vez. A su primer novillo lo recibió con verónicas bien hechas, quieto y templando, con mucho sabor torero, y con la muleta pudo fraguar algunos naturales, matando con media estocada que le valió la salida al tercio. Su segundo novillo fue devuelto a los corrales porque perdía las manos y se iba al suelo en cada intento de galope. El sobrero, un novillo que se diferenciaba del fenotipo de los demás, era más alto y difícil de torear. No pudo hacerle nada, se desesperó y pinchó para luego matar con estocada caída ante el silencio del público.
Juan Pedro Llaguno, con el primer novillo mostró sus cualidades de novillero, su técnica y oficio, pero sobre todo la elegancia y el tipo que de manera natural le brota en el arte de torear. Fino en sus formas, fue al lance y relance con el capote, y con la muleta fijó al novillo por medio de doblones. Detalles de arte puro, pero el novillo era débil y mansurrón. Falló con la espada, su talón de Aquiles. Debe practicar con mayor ahínco tan importante suerte del último tercio, que es con la que se ganan o se pierden las orejas. Lo mismo le ocurrió con el segundo novillo, pues no obstante que le puso los tres pares de banderillas de forma excepcional, poniendo al público de pie y recibiendo una sentida ovación, luego de una faena interesante falló de nuevo con el estoque y perdió la oreja.
Miguel Aguilar tuvo problemas para templar a su primer novillo, que carecía de embestida. Pinchó y tuvo que descabellar. Al segundo, el mejor de la tarde, un novillo con trapío y alegre galope, lo toreó bien con el capote, con gaoneras y revolera, y con pase cambiado con la muleta, pero de pronto, de modo por demás extraño, el novillo se diluyó, se esfumó su recorrido, quedándose prácticamente parado. Lo mató con buena estocada, recibiendo una oreja que fue protestada. A seguir trabajando, los tres novilleros, en esta carrera tan dura.