Notre Dame: confinamiento y restauración
La catedral de Notre Dame de París es, hoy más que nunca, símbolo de la crisis de Europa y esperanza de su reconstrucción.
El miércoles 15 de abril, al año exacto del terrible incendio que amenazó con destruir por completo el edificio, su campana mayor volvió a repicar, por vez primera después del desastre, como voz cantante y al unísono con el homenaje de toda Francia a quienes luchan contra la epidemia. Y pocos días antes, el General Jean-Louis Georgelin, nombrado por el Presidente Macron al mando de todos los trabajos relacionados con la reconstrucción de Notre Dame, aseguraba con firmeza que, pese a la crisis actual, el 16 de abril de 2024 a mediodía se podrá cantar ahí un Te Deum (aunque puntualizó que “eso no quiere decir que todo vaya a estar completamente terminado”).
Los primeros meses tras el incendio fueron sobre todo de lucha contra la contaminación por plomo causada al arder la techumbre. Siguió después una etapa de rescate y asentamiento de todo lo que quedó en pie. Pero ahora las obras de reconstrucción que se planeaba comenzar en el verano han quedado paralizadas desde que empezó el confinamiento nacional decretado el 17 de marzo, sin que sea posible aún prever cuándo podrán retomarse.
Sin embargo, no todo el trabajo alrededor de la recuperación se hace “en campo”, y los miembros de los múltiples equipos interdisciplinarios que intervienen en el proyecto tienen mucho que hacer pese a no poder estar físicamente en la catedral.
Una de las instituciones participantes es el Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (INRAP). Su director, Dominique García, explica* de qué manera sus expertos colaboran con los equipos del Ministerio de Cultura y del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS).
Se ha recurrido a arqueólogos especializados en distintos aspectos: cerámica, carbón, metal, geofísica de las canteras y los materiales de construcción, entre otros.
Señala también que, por ser Notre Dame un edificio en uso ininterrumpido a lo largo de más de ocho siglos, hay muchas cosas que no se saben sobre su entorno antiguo, su subsuelo, sus técnicas constructivas. “Si se ha dicho que la catedral incendiada era como una biblioteca quemada, yo diría que algunas páginas se han podido conservar y que nunca habían sido leídas”, afirma el Profesor García. Dice que en la época en que fue construida la catedral, se recurrió sin duda a las innovaciones y los conocimientos de punta de la época, y esa información podrá servir a los arquitectos para fundamentar la selección de las tecnologías de reconstrucción más adecuadas.
El subsuelo se escudriñará con los instrumentos geofísicos más modernos, con lo cual la exploración para detectar muros antiguos, zanjas o depósitos no necesita ser intrusiva. También se determinará el origen de los materiales, las técnicas de la talla, las mezclas usadas para fijar y sellar la piedra. Podrán asimismo conocerse el origen y la datación de los materiales: por ejemplo, la madera de las vigas mostrará, entre otras cosas, la historia del clima y los sistemas de manejo forestal de esa etapa del Medioevo.