Nosotros, los depredadores
Cambió el clima en nuestra región y se nos olvidó el infierno en el que vivimos los últimos meses. Rogamos por lluvia y llegó, pero con ella las primeras inundaciones. Hemos desequilibrado a nuestro planeta y de eso debemos asumir las consecuencias.
Días atrás, Carter Roberts, presidente del Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Found, WFF por sus siglas en inglés) se reunió en la Amazonía brasileña, en Manaos, en el marco de la Semana de la Sostenibilidad, un evento organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y las declaraciones que hizo fueron una importante sacudida para todos aquellos países que enfocan su atención en la economía y no en los recursos naturales.
Hace muchos años que nuestro clima dejó de ser lo que era; ahora tenemos estaciones cada vez más marcadas e intensas, con primaveras donde las temperaturas alcanzan hasta los 40 grados centígrados en nuestro Estado y se acercan a los 50 grados en estados como Tamaulipas, Hermosillo y Yucatán.
La escasez de agua que no conocíamos antes, ahora forma parte de nuestro esquema de consumo y el encarecimiento en los productos básicos es una consecuencia del impacto en los cultivos; por otra parte, la calidad del aire que respiramos cada vez es peor debido a que afectamos los pulmones naturales de la Tierra: sólo en nuestro país, en los últimos 20 años, se han perdido más de 700 hectáreas de bosques primarios. Sin considerar la deforestación para abrir paso a la ganadería y cultivo.
Cierto es que para que los recursos naturales permanezcan en el tiempo de manera óptima, poco tiene que ver con el comportamiento de la naturaleza, depende más de las decisiones que se tomen respecto del consumo, la explotación y las políticas para regularlos; sin embargo, el principio es tan simple como el uso responsable que hagamos de ellos.
Con los recursos existentes ¿podemos garantizar las necesidades de esta generación sin afectar las siguientes? Quiero pensar que sí, de lo contrario estamos sentenciando el futuro de quienes están por llegar; lamentablemente no puedo ser optimista.
Por fortuna, revertir el impacto es posible, siempre y cuando se estrechen lazos para conseguirlo. Roberts mencionaba que no son los líderes de las potencias mundiales los responsables de la degradación del planeta, somos nosotros los depredadores más peligrosos de nuestra esfera azul y en sus palabras “contamos los dólares y los centavos más que la biodiversidad en la naturaleza y el clima”. Su mensaje principal es que cada persona utilice menos recursos como tierra, agua y energía para no destruir la naturaleza.
En México, cada ciudadano genera aproximadamente un kilogramo de residuos sólidos al día, de ellos el 13% es plástico y sólo el 6% de los plásticos se recicla. Sin mencionar que cada uno de nosotros consume más de 200 litros de agua potable al día, un escándalo considerando regiones de Oaxaca, Guerrero y Chiapas donde sólo un 10% de su población tiene acceso constante al agua potable.
¿Cómo podemos ser parte de la solución? Todos tenemos una respuesta distinta, o quizá todavía no, pero es momento de encontrarla. El primer paso es el consumo responsable, un concepto clave para dejar de pensar de manera egoísta, ya que de lo contrario no se podrán garantizar para mañana los bienes naturales que hoy desestimamos.
Evidentemente, no podemos hacer mucho de manera particular por todos esos recursos que se afectan por las decisiones de los gobiernos con la etiqueta de “desarrollo urbano”, pero afortunadamente cada vez hay más ONG comprometidas con su defensa, sobre todo en la región de América Latina.
Es una realidad que consumimos más de lo que necesitamos y tenemos que hacer un alto al respecto. ¿Vale la pena? Sólo en México la respuesta implicaría un impacto en al menos 130 millones de posibilidades con una decisión a la vez.