Nos están ganando la guerra
En 2008 cumplí uno de los sueños que jamás pensé cumplir en mi vida: comprar un BMW. Luego de recibir en mi programa de radio la visita de un gran amigo, entonces responsable de una distribuidor de la marca en Guadalajara, la oferta era demasiado tentadora, un 325 automático 2009 por lo equivalente entonces a 26 mil dólares. Me sentía tan ancho que no sé cómo pude entrar en la puerta de mi pequeña casa. Lo usaba poco, debido a que por mi trabajo necesito conducir en promedio tres autos distintos cada semana. Fue mi esposa quien más lo disfrutó, sintiéndose igual de “importante” como me sentía yo, como si un auto Premium nos definiera como persona. Cada vez que me tocaba manejarlo, sin embargo, lo disfrutaba como si degustara el más sabroso postre del restaurante. Tres años después lo cambié por una X1, para dar a mi esposa un poco de esa altura que tanto gusta de los crossovers y ahí terminó mi experiencia Premium, no por el coche, sino porque me apareció una buena oportunidad de hacerme de otro producto que me encantaba, una Peugeot 3008. Lo que entonces pensaba sobre el menor riesgo de robo, asalto o secuestro al usar un Peugeot, con muy poco mercado en México, hoy me hizo actuar con aún más determinación no solo al cambiar el auto de mi esposa, sino a buscar también una alternativa para mi.
Las historias sobre robos y asaltos siempre existieron, claro. Pero antes escuchabas casos del amigo de tu primo al que le bajaron su Sportage o la colega de tu vecino a la que a punta de pistola la obligaron a entregar su Rav 4. Es que hoy esto se ha multiplicado, al menos en mi entorno. Y ya no es esa persona lejana sino que directamente a tu colega o familiar lo bajaron también con lujo de violencia de una camioneta y en la calle donde trabajas y vas diariamente.
Lo poco que podemos hacer
Mi trabajo me obliga a probar todo tipo de autos, pero los más caros, lujosos y deseables son mayoría. No porque busquemos que así sea, sino porque esos son los vehículos que mayor margen de utilidad dejan a sus fabricantes y por lo tanto les conviene promocionarlos más que los populares. Como obviamente esto implica un mayor riesgo, la mayoría de los que probamos esos autos cuidamos no usarlos en la noche, ni ir a ciertas colonias donde sabemos que la posibilidad de que algo pase es mayor. Claro que esto no es una solución. A un muy querido colega le quitaron una Lobo Raptor que tenía de prueba a las nueve de la mañana, en una más que transitada avenida. Pero estadísticamente reducir lugares y horarios a donde probar esos coches ayuda a disminuir la posibilidad de que algo pase.
Es obvio decir que todos debemos tener seguro de nuestro auto, por lo menos contra robo y responsabilidad civil. Pero también es prudente estudiar mensualmente la lista de la AMIS, la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros, para ver los más robados en total y los más robados con violencia, evitando hacerse de uno de ellos. También resulta simple entender cuáles son los más robados: son los más vendidos, los que tienen mejor mercado tanto el auto en sí como sus refacciones.
En muy buena parte debido a esto compré una Jac Sei 7 para mi esposa. Es una buena amplia, equipada, potente y segura camioneta, pero difícilmente algún ladrón de autos tendrá como encargo conseguir una. Porque así funciona la delincuencia: busca robar los autos que alguien se los encargó.
Para mi, compré un Ford Figo. Un coche bueno, seguro, cómodo, amplio y de buen manejo. Ya tengo en mi casa mi “uber” particular para cuando sienta que no es tan seguro ir a algún lado en una BMW X7 o una Audi Q8 de pruebas, por ejemplo.
Es una pena tener que hacerlo. Es triste que no puedas disfrutar del auto que te gusta por miedo, por incompetencia de las autoridades -presentes y pasadas- en protegernos. Ojalá y pronto esto se resuelva, porque aún tengo como meta comprar un Mercedes-Benz que mi padre consideraba el mejor auto del mundo, pero en vida nunca pudo hacerse de uno. Aunque esto solo si dará si las cosas cambian drásticamente porque en este momento, siento que estamos perdiendo la guerra contra la delincuencia.