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Norma

Norma Lizbeth ahora está en la conversación de todos: instituciones de Gobierno, escolares, religiosas, de derechos humanos, colectivos, entre cada hombre y mujer padres de un niño o niña que puede ser víctima de acoso escolar. La conversación llega muy tarde. Faltaban sólo unos meses para que Norma terminara la secundaria y cambiara su escenario de bullying en la escuela donde estudiaba, pero no le alcanzó el tiempo.

Luego de tolerar el acoso en la escuela, la menor sufrió una golpiza el 21 de febrero pasado a las afueras del plantel donde estudiaba, frente a ella y su agresora un grupo de compañeros registró segundo a segundo el incidente para luego compartirlo en redes sociales en lugar de evitarlo. Volver a las imágenes no haría más que revictimizar a Norma, pero todos vimos cómo fue atacada. Un espectáculo de terror. 

Cuando la situación fue identificada por extraños, la agresora salió corriendo del lugar junto con la estampida de los espectadores. Norma volvió a casa, atención médica de por medio, para sobrellevar la recuperación de su nariz rota y las lesiones en la cabeza. Las autoridades escolares resolvieron una suspensión de un mes para la agresora y apoyo en el pago de los gastos médicos de la víctima. No hubo denuncias. No, hasta que el 13 de marzo pasado Norma se desmayó en su casa y al llevarla a recibir atención de emergencia a un centro de salud cercano a su domicilio le notificaron que la menor falleció a consecuencia de un traumatismo craneoencefálico.

¿Qué salió mal? Todo. Simplemente todo. El caso de Norma Lizbeth es uno de esos cuya negligencia permitió la suma de eventos desafortunados que tuvo como consecuencia que la niña muriera. 

Norma denunció el acoso de su compañera Azahari a las autoridades escolares… pero no hicieron nada al respecto, lo desestimaron.

Norma acudió a la cita con Azahari afuera de la escuela para arreglar la situación de acoso… terminó con lesiones graves y protagonizando un video que ya no debería circular.

Norma recibió atención médica de emergencia por las lesiones evidentes en su rostro… no se identificaron las lesiones internas pese a que la agresora la golpeó con una piedra en la cabeza y se envió a recuperación en casa.

La agresión de Norma se convirtió en un espectáculo de reproducción masiva. Luego vinieron más videos. Otros niños y niñas hechas un nudo a las afueras de las escuelas, espectáculos videograbados mientras se escuchan voces alentando a unas e insultando a otras. En uno de esos videos se ve cómo una niña termina desmayada sobre la acera luego de golpes y jalones a manos de otra. ¿Cuántos de esos videos hay circulando en redes sociales sin viralizarse? ¿Cuántos más se necesitan para tomar acción al respecto? ¿Y si uno de esos niños o niñas fuera nuestro hijo o hija? ¿Realmente sabemos quiénes son nuestros hijos en la escuela?

Hace un par de meses leí que en Veracruz un niño de 10 años mató a otro accionando un arma de fuego porque le ganó un juego en las maquinitas; niñas de secundaria agrediendo a otras con arma blanca en Saltillo hace unos días. ¿Qué tan dañada puede estar esta generación de niños que no es capaz de entender las consecuencias de sus actos y lo frágil que es la vida? ¿Qué tanto observamos a nuestros hijos y fomentamos la prevención que no reciben en las instituciones escolares? ¿Estamos preparados para eso como padres?

Llevemos a la conversación cómo dejar de normalizar la violencia. Identificar cuál es el protocolo de una institución educativa frente al acoso entre estudiantes. ¿Y cuando se trata de maestros? Lamentablemente no es sino hasta que suceden casos tan mediáticos como éste que se activa la reflexión.

Azahara, la agresora de Norma Lizbeth, fue detenida como presunta responsable y ahora se encuentra internada en una quinta a disposición de un juez de Control en el Estado de México en lo que corre la investigación, que por tratarse de una menor no debe ser mayor a seis meses. 

Hace unos días recordábamos la sororidad de las mujeres en una convocatoria nunca antes vista por un 8M, pero nos damos cuenta que esa sororidad no es algo que naturalmente venga de quien no ha sido víctima, nace del dolor o de la empatía; nos damos cuenta de que los feminicidas no sólo son hombres y no sólo son adultos. Lo peor de todo es que en el caso de Norma Lizbeth esta cadena de eventos desafortunados pudo haberse evitado, pero nadie lo hizo.

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