No será dictadura. Pero sí despotismo.
Hemos cerrado el capítulo de la democracia mexicana, para dar inicio al capítulo de la autocracia mexicana. Nuestra democracia no fue un libro, peor aún una obra, sino un breve capítulo en nuestra vida nacional. Hemos regresado a nuestra inercia autoritaria, la cual promete ser mucho más desaliñada que la pasada, en medio de un mundo mucho más complicado.
México no va a la dictadura, como tampoco la hubo bajo el régimen priista, porque el poder nunca se concentró en su totalidad en una persona u organización. Sin embargo, sí vamos hacia un régimen autoritario, precisamente, como el del viejo PRI: con una excesiva concentración del poder en el presidente y su partido; una Constitución que tiene mucho de letra muerta y que puede ser cambiada a capricho; un aparato del Estado sin islas de autonomía y con poca solvencia técnica; y reglas del juego mañosamente escritas para favorecer a los que detentan el poder.
Después de la monarquía y la república, Montesquieu consideró un tercer tipo de gobierno: el despotismo. La diferencia fundamental entre la república y el despotismo es que, mientras que en la primera hay leyes e instituciones que limitan el poder, en el segundo las leyes e instituciones sirven al poder. Para Montesquieu, el despotismo era un gobierno ilegítimo, porque el poder es arbitrario. Despotismo: del griego y francés, que significa “alguien con poder”, describiendo a aquellos que tenían esclavos y siervos bajo su posesión.
La reforma judicial ha terminado con un poder de la unión, con la división de poderes, y con la democracia mexicana misma. Los comités de selección han quedado conformados por personas afines a Morena, y de la elección de juzgadores se encargará la estructura del partido. Por otra parte, la reforma que incluye el principio de supremacía constitucional ha terminado con el espíritu de la Constitución, con el estado de derecho, y con el liberalismo mexicano mismo. Pero Morena también ha logrado la sumisión del Tribunal Electoral y, mucho indica, logrará la sumisión del Instituto Nacional Electoral. Próximamente, viene la eliminación de los organismos constitucionalmente autónomos, entre ellos, el Instituto de Transparencia. Después, un creciente catálogo de delitos que merecen prisión preventiva oficiosa. Es decir, los recursos legales y políticos del ciudadano mexicano, aquellos con los que puede enfrentar el poder del Estado, están casi extintos. Es decir, se extingue la democracia constitucional mexicana.
“Una Sociedad en la que no esté establecida la garantía de los Derechos, ni determinada la separación de los Poderes, carece de Constitución.” Es el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, promulgada en 1789. Morena va en contra del Siglo de las Luces, de la Ilustración misma: sin temor a exagerar, se ha convertido en el partido del oscurantismo mexicano.
Posdata
Que se salga Jalisco del Pacto Fiscal, dijo en su despedida el exgobernador Enrique Alfaro. No me ayudes, casi declara el gobernador Pablo Lemus. Así, de salidita, cualquiera.