Ideas

No habrá horca, pero tampoco herencia

Durante la era moderna hemos sido partícipes de distintos tipos de organización y transición social, de algunos de ellos hemos salido mejor librados que de otros y en algunos de ellos hemos creado más que en otros, ¿es esto cierto? Fastuosas y elegantes monarquías encabezadas por zares, emperadores y reyes han ido y venido. Para adornarse y divertirse, algunos de ellos llevaron al límite a miles de artistas y artesanos a quienes hicieron encargos que pasado su reinado, se convertirían en grandes legados de un pueblo entero. Hombres preparados y siempre perfumados, listos para gobernar -ministros y presidentes- engalanan al sistema democrático del mundo; también han ido y venido y en ese vaivén, algunos han encontrado una prolífica sociedad del brazo del empresariado para “proveer las condiciones adecuadas” para que sus artistas asimismo, llenen de belleza al mundo hoy. 

Pero cuando se habla de historia del arte no necesariamente recordamos la explosión de un artista durante tal o cual administración o tal o cual reinado, hablamos generalmente de la fecha en la que se desarrolló el artista y de su obra. Porque aún en contra de cualquier sistema político, la necesidad del artista de crear y su visión del mundo en el que vive son necesarias para la vida tanto como el alimento o el sueño. No por nada, el artista está siempre hambriento y tiene grandes sueños.

Sin embargo, puestos a estudiar los periodos en los que se ha desarrollado más o menos el florecer artístico de una población sí podemos suponer o incluso leer mucho mejor a sus autoridades y sus gustos o afinidades, temores y por supuesto, censuras. Una obra artística -sea plástica, escénica, lírica o musical- no se gesta sin el apoyo y el intercambio de una sociedad en general. Un artista nace cuando una comunidad le ve crear y viceversa. Esto no significa que se corresponda en gusto y estética, pero sí responde a una lógica de expresión de lo que sucede en su entorno y en sus referencias.

Los gobernantes, de la mano de sus siempre aliados “amantes del arte”: melómanos, críticos y compañeros de partido son percibidos entre ellos como altas autoridades llenas de sensibilidad y visión que temen con razón al saber que una obra de teatro hace que el pueblo se cuestione en lo personal o incluso los cuestione en lo público. Pero no deberían de temer ser vistos como lo que son, administradores públicos de (poco) alcance gracias al -menos mal- muy breve periodo de tiempo que están al frente de un Gobierno. A lo que deberían de tenerle pavor es a pasar de largo, a dejar en la ignominia y en la orfandad artística a su pueblo, el mismo que pasado el tiempo, gestará -cada uno en su particular disciplina- un reclamo social por no haber propiciado que sucedieran en la arena humana y cultural condiciones ciertas y no situaciones vanas para todos. Pero no hay de qué preocuparse, el artista, que es también un ente político no para: respira, saborea, huele, toca y canta el momento y cuando llegue el propio, dirá por todo lo alto qué sobra y qué falta. 

Decía Bertolt Brecht y con razón, “el arte, cuando es bueno, es siempre entretenimiento” pero yo que no soy particularmente un público difícil no logro entretenerme por lo provisto en esta actual administración como apuesta de eso, de entretenimiento público. El pueblo -a leer por ustedes- ávido de luces, ornatos, calaveras, jericallas, arrancones y peleas también necesita de música, teatro, pintura, danza y ópera para poder sanar la terrible realidad por la que pasamos, también gracias a ustedes. 

“No tienen una pizca de talento, quizá no vayan a la horca, pero no dejarán ninguna herencia”, también decía Brecht.

argeliagf@informador.com.mx• @argelinapanyvina

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