No fue un informe, pero hay que tomarlo en serio
Lo que vimos el 1 de septiembre no fue un informe, pero no hay que rasgarse las vestiduras por ello. Que no sea un informe es lo deseable, lo normal y lo lógico.
Primero. Que sea así es deseable porque no hay mexicano que aguante 12 (¿18?) horas de lectura y explicación de las políticas públicas, con diagnóstico incluido y loas a las piedritas que se pusieron este año. Al ritmo de comunicación de este titular del Ejecutivo habríamos tenido a todos los gobernadores y personajes relevantes de este país mortalmente aburridos durante días en ese patio.
¿Y por qué es normal? Es normal en el sentido de que es el uso, es decir, la costumbre, lo esperado, la marca de la casa, sin importar el color del partido. Ninguno de los actos públicos en los que los presidentes leen un mensaje a la nación tiene la característica de un informe, no es ahí en donde están los indicadores ni los subrayados en las áreas vulnerables. Lo que hacían los anteriores Presidentes, como este, era mandar un mensaje con algunas cifras acomodadas, algunos datos vistosos y alguna bandera relevante de su administración o su estilo personal de gobernar. Y todos, como este, mandaban / mandan / mandarán (por los siglos de los siglos) el golpe fuerte al final.
Ahora, ¿por qué es lógico que sea así? Es lógico porque es una conclusión que se deriva directamente de las premisas de la naturaleza del poder. Sin importar si es Andrés Manuel López Obrador, Enrique Alfaro, el Papa o Carlos Salinas, el poder se comporta como poder, se ve a sí mismo como triunfante y usa el lenguaje a conveniencia. No, no se van a encontrar un mensaje de informe en el que el Presidente o el gobernador bajen la voz, lloren y cuenten que sus políticas públicas no han funcionado, no están completas o no tienen impacto en la inversión.
Por eso, porque no es un informe, no se le debe exigir lo que a uno. Y por eso lo importante es detenerse en su concepción sobre el poder, sus nociones sobre el objetivo de un Gobierno y sus advertencias como hombre de poder y animal político que es. Y ahí hay que tomarlo muy en serio.
Pablo Lemus y la Villa
Pablo Lemus vio viaje y sacó boleto: ni aunque lo saquen a rastras de su oficina como alcalde dará permisos para que la Villa Panamericana sea usada como lugar para vivir. La verdad es que cae bien, pero la verdad también es que no es necesaria tanta payasada. De hecho, debería darle pena decir que está dispuesto a violar la ley, como es uso en este país, para salirse con la suya en un tema que cree que es justo. No alcalde, usted no tiene que incurrir en desacato. Simplemente debe explicar a tribunales que está impedido y por qué. Con eso, respetando la ley y al Poder Judicial, puede también lograr lo que se propone.
Ah, pero sin rebozazos no hay aplausos…