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No existe el error, sólo lecciones

Decidir es algo cotidiano y normalmente esperamos que nuestras elecciones generen resultados positivos. Todos los días tomamos decisiones sobre asuntos triviales o trascendentales, pero siempre hay un riesgo que debemos asumir: elegir es renunciar y muchas veces estamos expuestos al error.

Lo importante es estar conscientes de que somos proclives a equivocarnos y si cometemos errores, también debemos ser capaces de aprender de ellos. Los errores deben asumirse como una genuina oportunidad de aprendizaje, lo que no se vale es cometer el mismo error repetidamente.

Por otro lado, constantemente debemos cuestionar nuestras decisiones ya que asumir que siempre estamos en lo correcto puede resultar bastante peligroso.

Al respecto, los invito a reflexionar sobre un texto que mi amigo y consultor Ichak Adizes, compartió hace un tiempo conmigo.

No existe el error

Piensa en ello. Si al momento de tomar una decisión ya supieras que se trata de un error, ¿la habrías tomado?

No es lógico, desde luego. No cometemos errores a propósito. Salvo que seamos adictos, por ejemplo, a fumar, lo haremos sabiendo que esto es dañino para la salud.

Pero si no padecemos adicciones, si actuamos de manera lógica y con el control de nuestras emociones y necesidades, entonces tomaremos la mejor decisión posible para nosotros en determinado momento.

Hablamos de decisiones triviales y no tanto, como casarse, comprar una casa o bien, aceptar una oferta de trabajo.

Muchas veces, un error nos derrota. Usualmente las recriminaciones inician después de cierto tiempo: tras obtener más información desarrollamos un mayor conocimiento y tomamos conciencia sobre las repercusiones indeseables de nuestra decisión.

Así que, “el error” es nuestro juicio sobre una decisión asumida en el pasado. Sin embargo, sobre la base de nueva información que previamente no asimilamos, los remordimientos empiezan a tomar forma. Obviamente, esto carece de sentido.

En el momento en el que se decide y se actúa tomamos la mejor decisión a nuestro alcance en ese instante. Actuamos con todas las capacidades emocionales, intelectuales y espirituales de las que somos capaces. Entonces ¿qué ganamos cuando nos golpeamos la cabeza por haber actuado de determinada manera?

En lugar de decir “cometí un error”, deberíamos preguntarnos: ¿qué me ha dejado esta vivencia como aprendizaje, ahora que dispongo de nueva información y de mayor experiencia? ¿Qué debí haber sabido, considerado, juzgado y evaluado de manera distinta? ¿Qué debo aprender a partir de esta experiencia?

Finalmente, hay que escribir estas reflexiones y repasar periódicamente lo que hemos escrito. ¿Por qué? Porque tendemos a olvidar las lecciones de la vida y a repetir los mismos “errores”. Todos conocemos a alguien divorciado que termina casándose con una persona muy parecida a su pareja anterior. Repetimos los mismos patrones una y otra vez.

Al escribir articulamos las lecciones. Y al repasar lo escrito, asimilamos mejor esas notas y observaciones.

Las notas con las lecciones descritas y claramente redactadas, servirán como un recordatorio que nos evitará tomar decisiones por las que nos arrepentiremos y castigaremos después.

No existen los errores en la vida, sólo lecciones por aprender.

Sinceramente
Dr. Ichak Kalderon Adizes

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