Ideas

No es película

El “homo videns” de Sartori es un trabajo de investigación que trataba de explicar cómo influía la televisión en los espectadores. Hoy día, aunque la televisión ha perdido espectadores, la pantalla los conserva. Si por pantalla entendemos un reloj, un celular, una tablet, un cine, una computadora. Estamos tan profundamente inmersos en esta vida de pantalla que acabamos pensando que todo cuanto pasa a nuestro alrededor es parte de una película y que, por lo tanto, en alguna medida, no es real.

Vargas Llosa había descrito a nuestra sociedad como la “sociedad del espectáculo”, es decir, un conglomerado humano al que solo atrae la diversión, lo que sorprende y desubica: los juegos de luces encandilantes de un escenario, la espectacularidad de que se puedan rodear cantantes y bandas de fama internacional, la crudeza de las películas donde las explosiones, los choques, los crímenes más atroces, las batallas más terribles, los lenguajes fuertes y directos, constituyen el atractivo fundamental. Lo mismo en la serie de “Terminator”, como en las mexicanas producciones de “El infierno” o “La ley de Herodes”, y una interminable lista.

Tantos años de vivir expuestos y aún adictos a los múltiples monitores, y a este tipo específico de producciones, nos ha llevado a pensar que todo cuanto ocurre en la vida es parte de nuestras pantallas, sobre todo cuando las televisoras se dan el lujo de editar las realidades más angustiosas como si se tratara de hacer telenovelas de la vida real, por entregas, con entrevistas en vivo de personas sufriendo, sin ningún respeto a lo que les está ocurriendo, porque al parecer todo el mundo piensa que es sólo una serie, un programa nuevo, nada más.

Pesa sobre nuestra realidad la polarización de clase, que explica el que la gente que se congrega para exigir que el INE no se toque no es la que marcha con el corazón desgarrado exigiendo justicia para sus hijos desaparecidos. Las personas que acuden masivamente a protestar por los feminicidios no andan acompañando a las madres buscadoras, sin lugar a dudas, una de las escenas más impactantes que podamos tener: mujeres que han perdido a sus hijos, buscando sus restos con picos y palas en lotes baldíos, en periferias, en lomas y barrancos, como si fueran personas de otro mundo, ajenas al conjunto de la sociedad. ¿Dónde queda la solidaridad de toda la comunidad?

Que secuestren y asesinen a ocho jóvenes en la misma ciudad de Guadalajara, apenas el pasado mes de junio, y ahora secuestren y al parecer también asesinen a otros cinco muchachos en Lagos, y días antes, a unas jóvenes en Encarnación de Díaz, no es película, es la realidad terrible a la que están expuestas todas las personas que habitan en el país. Pero como las familias afectadas no son gente de “nuestro nivel social”, pues allá ellos que se arreglen.

Ante el grave peso de los hechos, vienen luego preguntas que son en alto grado inútiles: ¿La inseguridad que vivimos es de responsabilidad federal o estatal? ¿Quienes padecen este tipo de crímenes andaban involucrados en malos negocios? ¿Se metieron a trabajar en el lugar equivocado? Son preguntas inútiles, porque las verdaderas preguntas que tendríamos que hacernos son estas: ¿Vivimos todavía en un estado de derecho? ¿Tiene la federación o el estado capacidad para solucionar esta problemática? ¿Nos damos por satisfechos si los cuerpos aparecen, aunque nunca se les haga justicia? ¿Es honesto partidizar esta tragedia?

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