No es normal, en algo estamos fallando
Inició el ciclo escolar y también los problemas de acoso y violencia dentro de los planteles, rencillas entre los estudiantes, que muchas veces de las palabras y empujones pasan a los golpes o hasta patadas en la cabeza. No, no se tratan sólo de riñas infantiles porque, si no se frenan a tiempo, siguen escalando y pueden terminar en una desgracia. Ya sucedió en Puebla recientemente, donde un niño de primero fue acorralado y brutalmente golpeado por estudiantes de tercer grado.
Son situaciones que suceden o han sucedido en cualquier centro escolar, público o privado, de Jalisco o del país. Y con las reacciones de todo tipo: de preocupación (principalmente de mamás de niños o niñas que son o han sido agredidos), de alerta, de indiferencia o hasta de justificación, queriendo minimizar el hecho. En nuestra infancia seguramente pudimos haber vivido, de lejos o en carne propia, distintos pleitos y peleas; no es algo nuevo, pero lo grave son los alcances que hoy están teniendo y que deben llevarnos a una seria reflexión.
Al margen de si son riñas infantiles o actos de violencia (acoso escolar o bullying), son situaciones que, desafortunadamente, se enmarcan en un país donde a diario el principal tema es la violencia desatada, con muertos, secuestros y miles de personas desaparecidas. Que la violencia se anide y se normalice en lo más limpio y sublime que tenemos, que son nuestros niños y niñas, es una señal de alarma: como adultos, como padres y como sociedad nos estamos perdiendo, estamos fallando.
Normalizar la violencia en las escuelas es cerrar esa posibilidad que tiene México para cambiar porque la violencia de las calles va a pasar a los planteles escolares. No podemos permitirnos minimizar una pelea como un pleito de niños en ningún espacio o entorno, ni siquiera cuando suceden en un partido de futbol. Las diferencias no se arreglan a golpes.
Ya lo vimos en el partido de futbol Querétaro-Atlas, en el Estadio La Corregidora, donde se desató una pelea campal en la que golpearon, arrastraron, patearon y dejaron inconscientes a decenas de aficionados (algunos hospitalizados de gravedad). Pelearse en un partido de futbol o cualquier tipo de deporte no es normal, dejemos de perpetuarlo en el imaginario colectivo.
Es nuestra responsabilidad como padres, como adultos, hacer énfasis en valores cívicos vinculados a la tolerancia, el respeto, la convivencia y la cultura de resolver las cosas con diálogo. Si no logramos hacerlo no estamos ni siquiera a la mitad de la altura de los retos que como sociedad hoy vivimos.
Lamentablemente, este fenómeno afecta a toda su comunidad escolar y puede hasta llegar a generar divisiones entre los propios padres de familia. Ante estos casos, las estrategias de prevención y atención son fundamentales, al igual que su comunicación. Porque son asuntos que en minutos se hacen públicos, con distintas versiones (e incompletas) y que llegan a desatar el odio y más violencia, ahora en el mundo digital.
Insisto, el problema es minimizar estos problemas cuando el país se cae a pedazos en feminicidios, violencia en los hogares y en las calles, robos, asesinatos, secuestros y desapariciones.
Sí. Hay mamás que nos escandalizamos por una pelea a golpes entre niños, porque no creemos en que esa sea la forma de resolverlo. Sí, suelen ser pleitos entre estudiantes, entre infantes, no son delincuentes. El asunto es que arreglar las diferencias de esa manera no es normal. Desnormalicemos y dejemos de justificar lo anormal.
Vania de Dios
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