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Niñez, violencia y salud mental

De acuerdo con la información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la década del 2010 al 2019 fueron asesinadas, en todo el territorio nacional, 12 mil 802 niñas y niños de 17 años o menos. Esta cifra implica un promedio diario de mil 280 homicidios intencionales perpetrados contra se encontraban en ese segmento etario, o bien, un promedio diario de 3.5.

La cifra es incluso superior al promedio diario de feminicidios reconocidos en el país; sin embargo, no se ha logrado que el dato lleve a una movilización similar de indignación, protesta y exigencia a la autoridad para diseñar una auténtica política para la infancia en México.

Es importante repetir el dato: México tiene un promedio diario, para la última década, de 3.5 niñas y niños asesinados. Sin embargo, si la estimación del promedio es sólo para los últimos tres años, la cifra asciende a mil 420 casos por año, y una media de 3.9 casos por día.

Por otro lado, se encuentra la cuestión relativa, también en el ámbito de la violencia, de las niñas y niños que han quedado en orfandad luego del asesinato de alguno o de ambos padres o tutores. La magnitud de las cifras es aterradora en ese y en todos los sentidos: 272 mil 276 personas asesinadas en la década señalada, más las personas que aún se encuentran desaparecidas.

En esa lógica, es importante subrayar que a lo largo de toda la década de 2019 al 2019, no ha habido un solo año en que México tuviese menos de 20 mil homicidios intencionales. Y de acuerdo con los datos preliminares del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), desde 2017 y hasta 2020, la cifra anual ha rebasado a las 30 mil víctimas de homicidio.

Los promedios anuales son propios de un cruento escenario son precedentes, pues de acuerdo con las cifras del INEGI, se tiene: 87 homicidios por día en 2017; una media de 100.5 al día en 2018; y de 100.44 en 2019. Por su parte, para el 2020. La cifra preliminar del SESNSP es de 94.5 víctimas por día para el año 2020; y de 93.9 en el primer cuatrimestre de 2021.

¿Cuál es el impacto de este escalofriante contexto en la salud mental de las niñas y los niños? Escenario que se complejiza aún más si se considera la emergencia sanitaria y la emergencia económica generadas por la pandemia. Esto, porque no es exagerado decir que la muerte ronda cotidianamente a las familias de las niñas y los niños.

Se sabe de manera preliminar que en 2020 hubo más de un millón de personas fallecidas. Cifra inédita para nuestro país. Y se sabe además que hay más de 2.5 millones de personas desocupadas. ¿Cómo ayudar en medio de estas calamidades, a que las niñas y niños tengan un desarrollo integral? ¿Cómo garantizar el libre desarrollo de su personalidad? ¿Cómo recuperar las capacidades institucionales para garantizar aprendizajes pertinentes y de calidad, una salud lo más amplia posible, y una alimentación nutritiva, inocua y siempre disponible?

Resulta inaceptable que las niñas y niños en nuestro país, enfrenten hoy los miedos más básicos: el miedo a que sus madres o padres pierdan su empleo; el miedo a vivir maltrato o las formas más crueles de la violencia; el miedo a no tener qué comer; y el miedo a una muerte prematura e inexplicable por la COVID, pero también por los padecimientos que se han dejado de atender o para los cuales no se dispone de medicinas, tanto en el sector público, como en el privado.

No podemos permitirnos ser una generación que sumió a la niñez en la depresión, el terror frente a la violencia, la ignorancia y aprendizajes deficientes, en la mala salud y en la mala alimentación, por mencionar sólo algunas de las cuestiones más evidentes. Esto debe cambiar, y debe ser motivo de una reflexión profunda, pues, en principio, ofende que no sea uno de los temas prioritarios en el debate público nacional.

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