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Ni me la metieron…

He de confesar que yo no vote el pasado 1 de julio. Entre las ocupaciones periodísticas propias de la cobertura de la jornada electoral tanto para radio como pare tele  (y he de confesar también que por un poco de desidia por no encontrar ningún candidato a la Presidencia que me hiciera pensar que realmente podría hacer algo diferente para el país), no encontré en ningún momento de ese domingo la circunstancia para ir a votar.

Hoy me siento aliviado de que haya sido así.

Y la razón es sencilla; al final resulta que no estoy ni entre aquellos que “se las metieron doblada a los otros”, ni los otros a quienes “se las metieron doblada”.

Bien me decía hace unos días un buen compañero: “Pasamos de vivir en la cueva de Alí Babá y los cuarenta (mil) ladrones (donde nos despelucaron) a un circo de tres pistas donde hay desde malabaristas y maestros del trapecio, hasta auténticos payasos, todos tratando de participar más o menos organizados bajo la tutela del dueño del circo”.

Pasamos de un esquema de cinismo y simulación, a una pista de revancha donde los ganadores van con todo contra los perdedores. Un país dividido y polarizado. El desencuentro total.

Es el peor escenario que hubiésemos esperado.

Bien decían los clásicos que el que divide en realidad resta.

La división llevada a su extremo de la polarización fue la estructura de los discursos de López Obrador y sus huestes morenistas. Se dieron a la tarea de satanizar a todo aquel que pensara diferente a ellos (que son ni más ni menos que la mitad del país) incluidos aquellos que no gozaban de las prerrogativas de los regímenes priistas y panistas.

Ganan la elección y es el momento de dejar atrás la polarización y tratar de entendernos como un solo país; pero el circo no lo ve así y por ello se manejan mensajes heredados de la conquista donde están los conquistadores (los que la metieron) y los conquistados (a los que se la metieron).

No ha terminado de entender el circo morenista que el propio dueño del circo ya cambió su discurso, se mesuró, adquirió un tono reconciliador e incluso (ya siendo Presidente) ha demostrado que tiene capacidad de aceptar que se equivocó (aunque no lo diga tan abiertamente) y ha cedido en la superautoridad que le había otorgado a sus superdelegados ante el reclamo de varios gobernadores.

Él está demasiado ocupado para observar en detalle lo que hace toda la banda en su afán de obtener revanchas; tiene un país patas para arriba, y aparentemente lo quiere enderezar.

Por lo tanto seguirá el clima de revancha y polarización, de vencedores y de vencidos.

Y afortunadamente soy mero observador. Como no voté, insisto, ni se la metí a nadie ni nadie me la metió.

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