Ideas

Neocomunismo y otros mitos

“There hasn’t been a shred of socialism in the Soviet Union. […] It’s got nothing to
do with socialism.”        

- Noam Chomsky, “Neocomunista”

Después de cien años, una cosa es clara: el socialismo en todas sus presentaciones y formas siempre ha fracasado y no podría ser de otra manera puesto que este modelo lleva el colapso en su diseño.

No obstante, un socialista de estos tiempos -un neocomunista- tratará de convencernos de que “ahora sí la cosa será distinta”, porque, lo que ha vivido la humanidad no es “el verdadero socialismo”. Agregarán que el “socialismo es humanitario” -se ha hablado incluso de un “socialismo con rostro humano” o un “socialismo del Siglo XXI”, modelos que también han fracasado rotundamente.

Recientemente tuve la oportunidad de leer Socialism: The Failed Idea That Never Dies, un libro escrito por Kristian Niemietz, que con ejemplos concretos busca responder a la pregunta: ¿por qué perdura el socialismo, una idea a todas luces fracasada?

La respuesta extensa implica un profundo análisis que se explica a lo largo del texto; sin embargo, la respuesta más corta es: porque los neocomunistas siempre logran apartarse, a los ojos del público, de cada uno de los experimentos fallidos de construir un Estado socialista.

Ejemplos sobran. En el transcurso del siglo XX fueron varios los intentos de establecer gobiernos socialistas en el mundo: la Unión Soviética, Camboya, Cuba y Corea del Norte, por mencionar algunos. El régimen genocida que padeció la URSS y el totalitarismo impuesto en sus satélites fueron algunas de las mayores amenazas a la libertad, a la dignidad y a la vida humana en la historia moderna.

En los años posteriores a la caída del Muro de Berlín -señal inconfundible del fracaso del sistema socialista- innumerables políticos han buscado seducir a la población ofreciendo una supuesta “igualdad” que tiene enormes costos ocultos: el colapso económico y la esclavitud.

Sin embargo, no aprendimos la lección: los atentados en contra de las libertades individuales continúan alrededor del planeta. En las últimas dos décadas hemos visto cómo, en diversas regiones, resurgen los gobiernos autoritarios que amenazan nuestras libertades bajo el rostro de un “socialismo amable”, realmente un neocomunismo, que pervierte la democracia.

Los resultados siempre han sido terribles. Entonces ¿qué hacen los neocomunistas para apartarse de estos ejemplos? Es un proceso por etapas. Veamos.

Existen tres fases en los experimentos socialistas:

1-    La luna de miel: es cuando el experimento socialista parece tener éxito internamente y es aplaudido por los intelectuales de occidente, que ven al nuevo gobierno como una promesa de cambio y la prueba de que el socialismo sí funciona -finalmente.  

2-    Las excusas y charlatanería: este periodo marca el fin de la luna de miel, ya que comienzan a revelarse fracturas y fallas en el gobierno socialista -escasez, censura, amenazas, represión, etc.- y se deteriora gradualmente la imagen del régimen a nivel internacional. Sin embargo, los intelectuales occidentales que todavía apoyan el experimento adquieren una postura defensiva en donde culpan a los saboteadores, “al bloqueo” y utilizan excusas cada vez más creativas para justificar las fallas del sistema.

3-    “No es el verdadero socialismo”: esta etapa se presenta cuando el experimento es completamente desacreditado y hasta los más entusiastas seguidores se apartan del mismo. En esta fase los intelectuales afines justifican que en realidad esa experiencia “no representa el verdadero socialismo, porque el verdadero socialismo es humanitario”.  

No obstante, una y otra vez, el socialismo conduce a los mismos resultados: censura, autoritarismo, represión, descontento generalizado, escasez, miseria y emigración masiva -la gente literalmente “vota con sus pies”.  

El neocomunista tratará de apartarse de los fracasos anteriores del modelo que promueve.

Un claro ejemplo es la declaración de la Internacional Socialista, que afirma: “China y Cuba, así como la antigua Unión Soviética y sus satélites, no tienen nada que ver con el socialismo”. El neocomunista piensa que desconocer los ensayos anteriores le dará una nueva oportunidad para probar cómo debe ser el verdadero socialismo.

La mala noticia es que una economía “democratizada” bajo este concepto nunca ha existido ni existirá porque el socialismo representa exactamente lo contrario de los valores democráticos.

Claramente, es mucho más democrático el sistema de mercado porque representa la confluencia de la voluntad de millones de personas, todas de manera espontanea y libre, buscando intercambiar los frutos de su trabajo.  

Las economías planificadas, por definición, se rigen por una tecnocracia elitista y requieren una concentración extrema de poder en manos del gobierno que debe decidir, qué, cuánto y cómo se produce en cada momento, así como quién está OBLIGADO a trabajar en lo que se le ordena.

El socialismo no empodera a los trabajadores, por el contrario, les quita toda su dignidad al concentrar el poder en una élite burocrática que nadie eligió. Conlleva una gran restricción de libertades -especialmente de movimiento- ya que no se puede planear una economía cuando los factores de producción tienen la capacidad de moverse a voluntad. Por razones como ésta, la Unión Soviética y China introdujeron un sistema interno de pasaportes.

La mayor prueba del éxito de un sistema es si la gente quiere vivir en él o no: entre la fundación de la Alemania del Este y la construcción del muro de Berlín, más de 2.7 millones de personas emigraron, arriesgando sus vidas, hacia Alemania Occidental, sin mencionar el éxodo continuo de cubanos desde la llegada de Fidel Castro. Sólo en los primeros tres años después de la Revolución de 1959, más de 300 mil cubanos abandonaron la isla, una quinta parte de la población. Hoy se estima que, en promedio, alrededor de 5,000 personas escapan de Venezuela cada día.

Algunos estados socialistas llegaron al genocidio para preservar el sistema: en China, bajo el gobierno de Mao Tse-Tung, millones de personas fueron ejecutadas al ser consideradas saboteadores y, bajo el régimen comunista de Camboya, Pol Pot mandó asesinar a cerca de una quinta parte de la población.

Pero ¿qué impulsa al neocomunismo?

Principalmente, un ideal distorsionado de “hermandad caritativa” y lo que yo llamo “pobrismo cristiano”, es decir, la triste exaltación de la pobreza como un ideal del tipo que impulsa hoy el Papa Francisco en su reciente encíclica “Fratelli Tutti” -como si la pobreza fuera el único vínculo válido entre los seres humanos y la riqueza representara alguna forma de perversión; seamos claros, lo realmente perverso es la miseria y la falta de oportunidades.

Bajo esta visión tergiversada, la humanidad es como una familia muy grande y todos debemos ocuparnos de los demás. Entonces, para que no haya fricciones y envidias, lo más conveniente es que todos seamos pobres porque así no habrá razones para pelear o discutir.

El inconveniente de esta idea es que nunca ha sido viable, ni lo será, por la sencilla razón de que ¡el ser humano no es así! Lo que funciona en una familia pequeña y patriarcal, de intensa solidaridad entre sus miembros debido a una comunidad de vivencias, nunca funcionará en una sociedad grande, diversa y en continuo movimiento y evolución.

Resulta también, que a pesar de la promesa de abundancia que ofrece la economía de mercado, en mucha gente permea la mentalidad anticapitalista y se cae incluso en lo que yo llamo el maniqueísmo de la riqueza.

No obstante, los resultados del sistema “liberal y de mercado” hablan por sí mismos. Durante siglos, el desarrollo estuvo estancado y casi la totalidad de la población vivía en pobreza. Hoy en día, en un planeta con más de siete mil millones de personas, la gente que vive por debajo de la línea de pobreza es inferior al 10% de la población.

Hoy es indudable que necesitamos libertad de acción para poder emprender, innovar y generar riqueza. Para acceder a una verdadera Prosperidad Incluyente, cada individuo debe ser capaz de generar riqueza a través de su propio esfuerzo, conocimiento y dedicación. Los socialistas, al buscar “compartir la riqueza” sólo han logrado una lucha de clases para repartir la miseria.

La riqueza es producto de la innovación y la innovación es hija de la libertad, por lo tanto, sin libertad no hay riqueza que repartir. Bajo un sistema socialista gradualmente se va erosionando la libertad, por lo que el único resultado posible es la pobreza y el descontento generalizado.

En cualquiera de sus presentaciones, el ideal socialista suele seducir a muchos, pero llevado a la práctica, nos lleva al colapso económico y a la pérdida de libertades; una verdadera pesadilla que se vive actualmente en países como Venezuela, Corea del Norte y Cuba.

Aún con sus enormes imperfecciones, los fundamentos de nuestro sistema legal, político, económico y social son esencialmente liberales. A lo largo de los últimos años, destacan los esfuerzos por consolidar a México en la senda del desarrollo. Hemos evolucionado y hoy tenemos grandes posibilidades de mejorar el nivel de vida de millones de personas.

El neocomunismo acecha al mundo. Por ello, nunca podemos bajar la guardia ante el resurgimiento de viejas quimeras que, con un nuevo rostro, promueven falsas ilusiones que sólo buscan esclavizarnos.

www.ricardosalinas.com / @RicardoBSalinas
 

Síguenos en

Temas

Sigue navegando