Narcos
Le he dado muchísimas vueltas al fenómeno de la serie de “Narcos”. Decenas de capítulos corren frente a mis ojos mostrando realidades que de manera engañosa parecen ajenas pero muy cercanas también. La línea entre sí es un documental, una serie documental y una serie que novela una producción documental es muy delgada y en mi opinión, está muy bien librada. Para los mexicanos los nombres son muy conocidos en la historia de los últimos 20 o 25 años, pero para los tapatíos, los nombres son incluso familiares. Escenas y escenas llenas de chismes, habladurías, rumores y textos periodísticos de investigación van capítulo a capítulo llevándonos de la mano en lo que a la mayoría de los mexicanos nos da más vergüenza reconocer: la capacidad magistral de llevar a cabo un proyecto delictivo en conocimiento y organización absoluta con el gobierno.
Es tan escalofriante como irrisorio por momentos saber hasta donde está involucrada la autoridad según se cuenta en “Narcos” y en la historia de México. Es tan escalofriante como irrisorio haber sido testigo de fugas de grandes capos en los ojos de sus guardias. Es irrisorio y desolador ver las reverencias que le ha hecho Andrés Manuel a la familia de Joaquín Guzmán Loera en la cara de todos. Me parece también irrisorio ver aquel documental de National Geographic en el que la madre del capo cuenta paso por paso de lo que ha hecho su hijo y su organización en los últimos tiempos. Es sobre todo escalofriante conocer las cifras que sigue dejando el crimen organizado y el narcotráfico en este pobre país. Es de temer que no se perciba una estrategia clara y contundente ante hechos tan públicos y dolorosos como los miles y miles de desaparecidos que tienen a miles y miles de familias penando por sus/nuestras víctimas.
Los gobiernos municipales, estatales están tan preocupados por dar un discurso acorde al tema de vencer al narcotráfico y al crimen organizado que no se dan cuenta cómo es que este opera, evoluciona, se adapta, se mimetiza y termina envenenando a toda una sociedad. Si no quieren aparecer en la temporada no. 48 de “Narcos México” siendo ridiculizados y expuestos ante los ojos del espectador, yo apostaría de verdad y de una vez por todas por estudiar el tema en México y el mundo. No queremos tanto show, no queremos ver este tipo de series, pero en el fondo, lo que no queremos es revisarnos de manera dolorosa en la pantalla como si todos fuéramos en la vida real solo espectadores de lo que obviamente no está ni de cerca resuelto en este país: la seguridad de todos.
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