Ideas

Napoleón III: justicia y gracia

El problema del purismo es que todos tienen mancha. Los peores crímenes de la humanidad se han cometido en nombre de una idea purista, desde la inquisición hasta el holocausto. La idea de que existe un grupo de puros que son superiores a los demás y que pueden, desde lo alto, juzgar al resto del mundo es tan vieja como efectiva cuando se trata de polarizar, de dividir al mundo entre nosotros y ellos.

López Obrador ha hecho de un supuesto combate a la corrupción su tribuna desde la que descalifica a los impuros, y sana a los arrepentidos. Pero todo tiene un límite. La defensa de Bartlett le costó muy cara al presidente, pero más cara a la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, que salió como la peor evaluada del gabinete en las últimas mediciones.

No es solo un asunto de congruencia, sino de prevención: los escándalos de corrupción llegarán 

Ahora le tocó el turno a Napoleón Gómez Urrutia. López Obrador lo metió con calzador, contra la voluntad de la asamblea de Morena, en el número cuatro de la lista de plurinominales al Senado de la República. Hubo rechiflas y protestas en aquella asamblea cuando el presidente lo propuso, pero fiel a su estilo impuso su voluntad con un “no vamos a romper la unidad por un puesto en el Senado, ¿verdad?”. No hay manera de que Gómez Urrutia, que heredó de su padre el puesto de líder del sindicato minero, justifique su riqueza, que es en el mejor de los casos tan bien o mal habida como la de Romero Deschamps o la de la maestra Elba Esther Gordillo (son a estos y no al abuelo del niño que provocó la masacre en la escuela de Torreón a quien debería investigar la UIF de Santiago Nieto, pero ese es otro tema). Pero eso al presidente lo tiene sin cuidado.

El que Napoleón III, dito Polo, el hijo del senador, presuma en las redes sociales que es dueño de 31 autos deportivos o de lujo y, de acuerdo con el reportaje de Areli Quintero y Miguel Castillo, tenga empresas vinculadas a los asuntos que su padre dictamina en el Senado (minería y energía), debería ser un foco rojo para el gobierno, pero ni a calor les llega. No es solo un asunto de congruencia, sino de prevención: los escándalos de corrupción del gobierno de López Obrador llegarán más temprano que tarde. La diferencia no es ni será si hay o no corrupción, no solo porque muchos de ellos son los mismos, sino porque el poder pudre igual a unos y a otros, a los puros y a los impuros, sino cómo la procesen.

De la justicia y gracia para los amigos a la impunidad hay solo un paso.

(diego.petersen@informador.com.mx)
 

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