Nadie pidió tu opinión
“Estás subiendo mucho de peso, ¿no? Ya deberías cuidarte”, soltó alguien. “Sí, últimamente me engordé un poco”, respondió la persona aludida. Mi hijo, que escuchó todo, volteó muy serio y nos explicó la escena que acabábamos de ver: “Eso es hacerle fat shaming y no está bien”. Fue la primera vez que escuché ese término en inglés, y significa avergonzar a alguien por su peso, por estar gordito o gordita.
Mis contemporáneas y contemporáneos -y la gente mayor a nosotros- crecimos escuchando más de alguna vez comentarios en alusión al tamaño del cuerpo de otras personas. Frases socialmente aceptadas como “ve nada más, qué gordita (o gordito) te estás poniendo”, “te veo bastante repuestito (repuestita)” o hasta el “ya estás muy flaquita (o flaquito), deberías de comer más”. Y quizás en algunos (muy contados) casos quien lo dice podría tener una preocupación sincera por la salud de la otra persona, pero en realidad es una forma de agredir o violentar a alguien por su apariencia. Ninguno de esos comentarios tienen justificación.
Además del fat shaming, hay otros dos conceptos en inglés que cada vez son más comunes para referirse a las conductas prejuiciosas por el cuerpo de otras personas: el body shaming y el skinny shaming; el primero se relaciona con avergonzar o burlarse de alguien indistintamente por la apariencia de su cuerpo, y el segundo tiene que ver específicamente con la delgadez de la persona. Cualquiera de estas conductas terminan teniendo alguna repercusión en quien es objeto de los comentarios.
En los gimnasios y las redes sociales son muy comunes esas prácticas, que lejos de alentar o enseñar buenos hábitos de salud terminan convirtiéndose en burlas por no cumplir con absurdos estándares de belleza. Las y los artistas o personalidades públicas suelen ser los principales blancos de ataques o comentarios sobre su físico. ¿Con qué derecho? Ninguno.
La discriminación y las burlas por la apariencia de las personas terminan generando daños en la autoestima, en hacer que la gente se avergüence realmente por su cuerpo y terminen con depresión o con comportamientos dañinos (comer en exceso por ansiedad o dejar de alimentarse). Y criticarlos lejos de ser un apoyo es en realidad gran parte del problema.
Dudo que las personas que tienen sobrepeso lo hayan “elegido”, hay decenas de factores que podrían estarlo ocasionando, pero ni el body shaming ni el fat shaming les ayudará en nada, al contrario.
La próxima vez, antes de opinar sobre el cuerpo de alguien, vale la pena detenerse y meditar cuál es la finalidad del comentario. Si no es algo amable y positivo, mejor guardárselo.
A veces hace falta tener presente la frase: mi cuerpo no quiere tu opinión.