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Música

No quisiera imaginarme una vida sin Oasis, Aerosmith o Led Zeppelin. Me han acompañado a lo largo de mi vida en las altas y en las bajas y las horas que los he escuchado son incontables. Friedrich Nietzsche dijo alguna vez que la vida sin música sería un error. La música funge como una forma de vivir que nos comunica con nosotros mismos, nos catapulta al pasado, nos proyecta al futuro, y nos hace sentir vivos al cantar a todo pulmón en una fiesta, la regadera o el coche. Como cualquier concepto cultural, la música evoluciona y puede fusionarse. Al ser un concepto tan presente e influyente en nuestras vidas, resulta interesante analizar el concepto de la música y sus efectos biológicos un poco más a fondo. Veamos. 

Si bien es desconocido, se considera que la música tuvo su origen con la aparición del lenguaje mismo. Nuestros ancestros encontraban sonidos en la naturaleza, en su propia voz, y con objetos tales como troncos y huesos. Se descubrió que alrededor del 3000 a.C Sumeria ya tenía instrumentos de percusión y de cuerda. La música ha evolucionado con el paso del tiempo, desde la época clásica en la que los griegos dedicaban música a sus dioses, hacia la música medieval caracterizada por músicos ambulantes, teatros e iglesias. Posteriormente, se presentó la música renacentista, la barroca, la clásica, el romanticismo, la impresionista, el ragtime, el jazz, blues, rock and roll, pop, y disco, en ese orden. 

El ser humano escucha música desde los primeros días de su vida hasta el día que se muere. Desde una temprana edad la música tiene la capacidad de relajarnos y de alterar nuestras emociones. Se ha encontrado que cuando un grupo de personas cantan al unísono se hacen más unidas, como se puede observar al pedir un mariachi o en una reunión. La música tiene el poder de conectarnos y colocar a la cantidad de personas que la escuchen en la misma sintonía. 

La música libera dopamina en nuestros cerebros y está entre los conceptos que más placer le causan al ser humano. Contrario a la lingüística que es procesada en gran parte por el hemisferio izquierdo, la música tiene lugar tanto en el hemisferio derecho como el izquierdo de nuestros cerebros. Es por esta razón que representa un método de comunicación emotivo, contrario al significado lógico de un signo lingüístico. 

Conectarse con uno mismo por medio de la música es invaluable en el proceso de formar una identidad y encontrar un por qué. Cuando encontramos esa canción o esa frase, nos apropiamos de ella de una manera intangible y pasa a formar parte de nuestra existencia. La música es una forma de ser. 

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