Mujer, el difícil camino de la equidad
Mañana conmemoramos el Día Internacional de la Mujer. Habrá, como es costumbre, ceremonias, discursos y todo tipo de manifestaciones, incluidas las protestas. Sin embargo, salvo en fechas como esta, en pocas ocasiones nos detenemos a pensar en el enorme esfuerzo, tenacidad y talento que las mujeres tienen que desplegar para alcanzar, ya no el éxito o la notoriedad, sino espacios y niveles de ingreso y desempeño profesional más o menos aceptables. Uno de los postulados sustantivos de la democracia es la igualdad: todos los seres humanos somos iguales, predica. Sin embargo, aun cuando las condiciones de la mujer han mejorado, están lejos de ser óptimas: prevalece la violencia en su contra y continúan los feminicidios; los salarios de las trabajadoras siguen siendo inferiores a los de los hombres y las oportunidades laborales o de representación política, con frecuencia, se encuentran manchadas por la “solicitación de favores”, el “moche”, el “diezmo” y otras prácticas humillantes. En resumen, continúa infravalorándose la inteligencia y capacidades femeninas.
Desde principios del siglo XX, básicamente por razones de orden económico, el rol de las mujeres ha venido modificándose. Las Guerras Mundiales obligaron a sustituir la mano de obra de los hombres por la femenina y la necesidad de cuadros directivos intermedios propició su ingreso a instituciones educativas medias y superiores. El resultado ha sido que la mujer dejó solo de ser cuidadora de pequeños para transformarse también, en un factor importante para el desarrollo. La sociedad se abrió.
A lo largo de mi vida he tenido la suerte de coincidir con mujeres muy valiosas a quienes tocó remar a contracorriente: Sandra López, Maricela Gómez, Dolores Guzmán, Marcela Orozco, María Luisa Chitica, Marbella Michel, María Luisa Burillo, Gloria Guzmán, Socorro Ruiz, Erika Loyo, Carolina Patiño y Ma. Elena Homs, entre muchas. Ellas abrieron el camino de las oportunidades y ahora las jóvenes tienen que proseguir en el esfuerzo: falta un trecho enorme para lograr la equidad. Ejemplos como los de Laura Haro y Mirza Flores, diputadas federales; Sagrario Guzmán, actual regidora del Ayuntamiento de Tlajomulco o Lourdes González, Secretaria de Cultura del Gobierno de Jalisco, son alentadores, así como el empeño de Socorro Arce impulsando a nuevos escritores o la creatividad de Marysol Jasso, quien hace apenas unos días ganó, en compañía de Ana Karina Molina, el honor de presentar en Madrid un proyecto cinematográfico promovido por CIMA IMPULSA, cine hecho por mujeres.
Cierto, las cosas no son como deberían, pero tampoco es el vaso medio vacío. Existe un mundo sin límites en el horizonte; el reto es perseguir nuestras ilusiones. No solo es el señalamiento de la injusticia, también es la suma de nuestras manos y corazones para combatirla. Siempre he creído en la complementariedad. Juntos, los seres humanos de cualquier condición social, creencia, género y preferencias, podemos reducir las distancias que nos separan y, corriendo el riesgo de que me señalen de sexista, creo, irreflexiva y ciegamente, que el ser más hermoso, inteligente y noble de la creación es la mujer.