Mucho tubo y poca agua
En el anuncio del Plan Nacional de Infraestructura, cuyo objetivo principal es dar un golpe de timón en la confianza de los empresarios e inversionistas, aparecieron varias obras en o que favorecerán a Jalisco. Entre estas últimas dos carreteras cuyo destino es una ciudad del estado: la carretera de La Piedad a La Barca, que se construye en Michoacán, y de Las Varas a Puerto Vallarta, en territorio nayarita para culminar la famosa carretera de cuatro carriles entre Guadalajara y el puerto.
Aparecen también las inversiones ya anunciadas por el Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP) de ampliación de los aeropuertos de Guadalajara y Puerto Vallarta, que solo les faltaba la firma de SCT y que es sin duda la mejor noticia. Está también la ampliación a cuatro carriles de la eterna carretera de Atenquique a Tonila (que en el plan aparece como Guadalajara-Manzanillo), un tramo muy pequeño pero muy costoso que se viene anunciando año con año desde el sexenio de Fox y que finalmente comenzó a construirse con Peña Nieto. Lo más novedoso es el libramiento de Lagos de Moreno y, lo más extraño y que merece mayor atención, son las obras hidráulicas.
Se toma una decisión en alguna oficina lejana y se anuncia una obra sin resolver el problema político
En el Plan aparecen los acueductos de Zapotillo a León y el de el Purgatorio a Guadalajara. A buen entendedor pocas palabras; si están los dos proyectos es porque están pensando en una presa de Zapotillo a 105 metros, lo curioso es que no hay ni en el presupuesto ni en el plan un solo peso para terminar la presa. Dicho en otras palabras, es mucho tubo para un agua inexistente.
Suponemos, porque en el presupuesto 2020 tampoco hay dinero del gobierno destinado a ello, que se volverá a concesionar la construcción del acueducto a León, ese mismo que tenía la empresa española Abengoa que, entre que estaba en quiebra y que no se liberó el derecho de vía, nunca construyó ni un metro y ahora cínicamente tiene demandado al gobierno. El problema es que liberar el derecho de vía implica negociar con los ejidos y municipios alteños, lo cual pasa necesariamente por definir cómo queda la presa y la distribución de agua, un tema que el gobierno federal había tomado en sus manos al principio del sexenio y que luego abandonó de la noche a la mañana tras una declaración del presidente de que se consultaría el pueblo (cualquier cosa que eso signifique) antes de decidir si se continúa o no la obra.
Más allá de que estemos de acuerdo o no con la decisión de Zapotillo a 80 o a 105 metros y sus implicaciones, el problema es que otra vez se toma una decisión en alguna oficina lejana y se anuncia con bombo y platillo una obra sin resolver previamente el problema político que, en este caso particular, está enredado y contaminado por años de falta de atención, malas decisiones y anuncios espectaculares que no fueron valorados, estudiados ni confrontados con la realidad. Ojalá no tropecemos de nuevo y con la misma piedra (ca’ quien sus clásicos).
(diego.petersen@informador.com.mx)