Movilización por Jalisco
La movilización multitudinaria que se realizó el domingo pasado en el Centro Histórico de Guadalajara, puso nuevamente en la discusión pública el debate que se ha mantenido en “baja intensidad” en torno del resultado de las elecciones del 2 de junio.
Según las cifras oficiales proporcionadas por personal de la Unidad Estatal de Protección Civil, poco más de 10 mil personas se movilizaron del Parque Reforma a la Plaza de Armas. Un recorrido de unas pocas cuadras en el que el mensaje central fue una exigencia: que se reconozca ya el triunfo de Pablo Lemus Navarro en las elecciones por la gubernatura y que se detenga el discurso de un presunto fraude electoral.
Además, entre las opiniones que dieron a conocer los organizadores, persiste una que pondera la urgencia de que los jaliscienses se mantengan unidos frente a las decisiones que se están tomando desde “el Centro”, apoyadas por la principal fuerza política que domina en el gobierno federal y las cámaras de diputados y senadores.
Para el gobernador electo, Pablo Lemus, la movilización es positiva de origen por lo que apoya su causa. Pero el discurso en defensa del federalismo, de la identidad jalisciense y de resistencia al mando central dictado desde Palacio Nacional, nos conduce a una añeja discusión que se recupera periódicamente y que parecía haberse superado en las últimas décadas.
Por su origen mismo, Guadalajara y Ciudad de México han estado en confrontación política, económica e histórica permanente. En sus orígenes fueron diferentes sedes de la Corona española: la Nueva España y la Nueva Galicia.
Al paso de los siglos, las dos urbes han competido permanentemente con una clara ventaja para la capital del país, al convertirse en el centro de gobierno de la república mexicana que hoy habitamos. En el camino, nuestras culturas, identidades y objetivos de crecimiento y desarrollo han seguido diferentes caminos. Incluso popularmente y hasta en expresiones deportivas, se ha mantenido un sentido de competencia.
Hay entonces dos cuestiones en juego:
1. El resultado de la elección por la gubernatura. Un sector de la sociedad jalisciense reconoce a Pablo Lemus, pero se hace necesario esperar al fallo de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
¿Por qué han retrasado su fallo? Es una pregunta sin respuesta y la importancia de Jalisco, y sobre todo al tratarse de una elección por la gubernatura, ya debía haber merecido mayor celeridad por parte de los magistrados.
Se sospecha que los integrantes del Tribunal Electoral puedan ser objeto de presiones políticas y que finalmente, retrasen hasta el último momento su sentencia.
En caso de anularse la elección y obligar a repetirla, se habría causado un daño mayor al Estado si la decisión judicial se presenta a punto de agotarse el período administrativo actual.
Depende entonces de los magistrados.
2. La relación entre Jalisco y Ciudad de México. O expresado de otra manera: la tensión entre el gobierno estatal y el gobierno federal.
Es notorio que el proyecto político que se ha denominado “Cuarta Transformación” no es aceptado unánimemente en nuestro Estado. Para mantener una “visión jalisciense” de Jalisco, se ha apelado al federalismo y personajes como el gobernador en funciones y el electoral, han expresado está diferencia, apoyados por diferentes grupos sociales en el Estado.
Para que estás diferencias no pasen de la animosidad y el ambiente crispado después de la elección, el papel más importante debe desempeñarlo la presidenta electa, Claudia Sheinbaum. Su negativa a reunirse o abordar cualquier tema directamente con Pablo Lemus, parece más un gesto de apoyo al morenismo que una actitud de la presidenta nacional.
Aquí no es papel de magistrados, es tarea de los políticos.
jonasn80@gmail.com / @JonasJAL