Montado en su macho, nos lleva entre las patas
A principios de la década pasada un reporte del Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), indicaba que América Latina tenía el segundo nivel de desigualdad, solamente superada por África, así que, la propuesta de Chile, Colombia, Perú y México de crear la Alianza del Pacifico (AP) parecía un paso certero para mejorar ese retraso con “la creación de un área de integración para impulsar el desarrollo, crecimiento y competitividad”, según se lee en el capítulo de objetivos que se dio a conocer en abril de 2011, que entró en vigor como organismo en el 2015, pero que empezó a funcionar comercialmente hasta el primero de mayo de 2016.
El acuerdo para dirigirla es a través de una Presidencia Pro Tempore anualmente en orden alfabético. De esa manera, en la última Cumbre -26 de enero de 2022 en Colombia- nuestro país recibió la batuta que debía cederla a Perú a finales del año pasado o comienzos de este de 2023. Para el efecto, el expresidente peruano Pedro Castillo tenía planeado viajar a México en noviembre, pero no fue posible porque el Congreso le negó la salida del territorio, cuando una fracción legislativa lo acusaba de ciertas irregularidades. Solidario con su homólogo peruano, López Obrador planeó un viaje a Lima -capital peruana- para el 14 de diciembre donde se llevaría a cabo la Cumbre de la AP, cediendo la posta a Castillo. Sin embargo, una semana antes -7 de diciembre- Castillo ordenó la disolución del Congreso y la reestructuración del sistema judicial, lo que a la postre le costó ser destituido por el poder legislativo, además de acusarlo y detenerlo por el delito de rebelión, quebrantar el orden constitucional e intento de golpe de estado.
Con Castillo detenido y el nombramiento de Dina Boluarte como nueva presidenta, a quien AMLO llamó “usurpadora" el 17 de febrero, dijo que “fue un golpe de la rabia conservadora, del conservadurismo, de los mandamases, que como los conservadores de México, son clasistas, racistas y muy corruptos”, por lo que se postergó la Cumbre, negándose a entregar la presidencia del organismo al nuevo gobierno y recibiendo respuesta desde Perú, donde la nueva mandataria calificó la posición de López Obrador “como actos de injerencia del Presidente de México”.
La crisis diplomática creció con la expulsión del embajador mexicano Pablo Monroy el 20 de diciembre, con lo que la grieta de la relación se agravó.
Y el lunes pasado, el tema de la presidencia de la Alianza del Pacifico regresó a la agenda de la mañanera, ratificando que es “una usurpadora -Boluarte-” que la presidencia se la entregará a Colombia o Chile, pero “no le puedo entregar nada -refiriéndose a la mandataria- porque ella no es legal y legítimamente, para nostros, Presidenta del Perú.”. En cuestión de horas llegó la respuesta de la cancillería peruana, donde su titular Ana Cecilia Gervasi, habló de “muestras de insensatez y una visión sesgada” del presidente mexicano, además de “rechazar las recientes declaraciones injerencistas, irresponsables e ideologizadas”.
Con la posición de Lopez Obrador -‘montado en su macho’-, con la necedad de no entregar la presidencia de un organismo multinacional por un posicionamiento político, que más bien se ha convertido en capricho en un afán por llamar la atención y desviar la atención a otros asuntos internos del país que sí importan y que son prioridad, se ampara y contradice cuando se promociona como “no injerencista”, llevándose ‘entre la patas’ a México y su Constitución, ya que el artículo 89 de la Constitución, habla de “la no intervención, la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos”. ¿Usted, qué opina?
daniel.rodriguez@dbhub.net