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Monstruo

Es imponente, parece salido de una película de acción de los años ochenta. A cualquiera confunde, bien podría ser un vehículo táctico de ejército, luce como uno, pero no, es una de las unidades “Rino” manufacturadas de forma clandestina que desde hace años el crimen organizado incluye en su arsenal para proteger cargamentos y movilizarse sin ser afectados por los operativos. Los llaman “monstruo” y se entiende el término: tienen capacidad hasta para 20 pasajeros y espacios acondicionados para tiradores. No es común verlos, están diseñados para repeler ataques y protegerse de uno. Cualquiera podría pensar que dentro de esa mole de acero se moviliza un equipo de la Defensa Nacional, pero no, las bandas delictivas están empatando el marcador táctico.

Junto a él, en las instalaciones de la 15ª Zona Militar en Zapopan se encuentran por lo menos ocho vehículos blindados incautados tras el operativo del martes pasado en Ixtlahuacán del Río durante una reunión entre grupos delictivos. Al botín se sumaron ametralladoras, armas largas y explosivos.

Si bien no hubo captura de líderes que presumir, el trabajo del Ejército se diseñó de tal forma que el operativo concluyó con cinco personas detenidas y un integrante del grupo delictivo abatido. Las interpretaciones de lo ocurrido se proyectaron en todos los sentidos; quizá si la detención esperada se hubiera realizado, estas letras y todas las que se escribieron desde el pasado martes analizando dicho operativo serían otras.

Podría pensarse que el decomiso no significa nada para una estructura delictiva tan bien organizada que mantiene en estrategia constante a nuestras instituciones de seguridad; lo cierto es que los pasos adelante que se están dando se hicieron sin bajas y esos elementos de las fuerzas federales que participaron también son ciudadanos cumpliendo su trabajo en esta geografía y otras del país, en las que continuamente hay operativos. Es parte de su día a día ver a los ojos al crimen organizado a gran escala, ver estos “monstruos” como a un espejo.

Las acciones no podían ser indiferentes a la estructura de la delincuencia. La respuesta generó caos en las calles jaliscienses y de Guanajuato como se han visto en seis ocasiones en los últimos 11 años. No se hicieron esperar los bloqueos en carreteras y avenidas con unidades particulares, de transporte público y comercial que fueron incendiadas. Vimos cualquier cantidad de testimonios desde las cámaras personales de quienes transitaban por dichos puntos o por las cámaras de seguridad. Todo difundido en tiempo real. Casi de forma inmediata las calles se vaciaron, se resguardaron todos los que pudieron, nadie quería encontrarse cara a cara con los efectos de la inseguridad que vivimos.

Una semana después, el espectro de la normalidad está volviendo, ahora con una movilización mayor del Ejército en las calles, pues el anuncio de los 750 elementos de reacción inmediata que llegaron al Estado se antoja para una vigilancia militarizada, en medio de una crisis por falta de elementos en las policías locales. La estrategia de seguridad que tanta falta le hacía al sexenio tiene un efecto distinto en la mesa que en las calles; ojalá que esté diseñada de forma interdisciplinaria entre los organismos de seguridad en todos los niveles de Gobierno y logremos ver efectos positivos con los menores daños colaterales antes de que normalicemos los convoyes y los “monstruos” en las calles.

Gabriela Aguilar

puntociego@mail.com

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