Ideas

Miguel Castro Reynoso

Miguel Castro Reynoso es hombre honesto y de buena fe. Es un buen funcionario, jefe de familia y ciudadano comprometido con sus ideas y con su ciudad.

El día 4 de marzo el PRI cumple noventa y un años. Merecería, por los servicios que le prestó al país, una mejor suerte. La historia de México no se puede entender ni explicar sin esa institución política, actor fundamental en las grandes transformaciones que vivió México después de la Revolución.

Paz social, integración nacional, educación, desarrollo económico, seguridad social, vivienda, empleo, atención al campo, emergencia de las clases medias, identidad cultural y muchos otros logros se le pueden acreditar.

Sin embargo, el PRI fue invadido por los filisteos. La serpiente desovó en su seno. La ideología se diluyó. Se perdieron los referentes y se substituyó el compromiso de Justicia Social por el “pragmatismo político”.

Una cultura de obediencia al mando desembocó en un abuso de la confianza por quienes tenían la obligación histórica y política de conducir éticamente los destinos del país. No fue así.

A pesar de todo, aún hoy, en medio de la censura pública, hay personas como Miguel que no pierden su honorabilidad por una exhibición a todas luces injusta y mal intencionada.

Habemos muchos ciudadanos que pensamos que el abuso del poder dañó a las instituciones públicas y privadas y lo sigue haciendo.

México no es un país de “chairos” y “fifís”; de pobres contra ricos, de hombres contra mujeres, de liberales contra conservadores, de buenos contra malos, aunque parece que estos están ganando la batalla.  México somos todos los mexicanos al margen de adjetivos.
México es un país con muy graves problemas de inequidad e injusticia. Quien afirme lo contrario no ve la realidad. Que hay que corregir muchas cosas, ni duda, pero no es la confrontación y la descalificación el camino.

La injuria y la ofensa son los pasos previos a la violencia indiscriminada. ¡Cuidado!

Hoy, más que nunca, debe prevalecer la prudencia, el buen juicio, la tolerancia: la buena política.

Así como es inevitable nuestra vecindad con el país más poderoso del mundo, es deseable que aprendamos a convivir; a resolver nuestros problemas en términos de complementariedad y que, aceptando nuestra realidad, hagamos el camino juntos, sin exclusiones, aportando lo que cada uno tenemos con la confianza de quien sabe que a su lado va alguien que, como nosotros, ama profundamente a México.

Podemos y tenemos derecho a diferir, incluso a disentir, eso enriquece la discusión; a lo que no tenemos derecho es a negar a otros lo que exigimos para sí.

El respeto es principio insubstituible. Es la amalgama que une a lo diferente.

En el siglo XIX los mexicanos peleamos y perdimos no tan solo la oportunidad de caminar juntos, perdimos la mitad del territorio. Nos confundimos. Nos separamos. Todos perdimos.

De esa lejana experiencia quedó grabada en los muros de la ciudad una cita que debe ser nuestra inspiración y consigna:
“Que nunca llegue el rumor de la discordia.”

Un abrazo Miguel.
 

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