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Mier, el hombre que le pegó un susto al peso

Una persona produce a lo largo de su vida la cantidad de saliva suficiente para llenar una piscina olímpica. El dato es impresionante y está en la enciclopedia de datos inútiles. Viene al caso porque ayer el diputado Ignacio Mier hizo algo que impresiona aún más: produjo la suficiente saliva para tumbarle más de 40 centavos al peso, en su paridad frente al dólar. Horas más tarde quiso deshacer su entuerto o probar que a su saliva le quedaba un prodigioso mililitro, pero en su rectificación sólo produjo lo suficiente para regresarle cuatro centavos al superpeso.

¿Qué quiso hacer el señor Mier? Ésta es una de las pistas que debería seguir cualquier detective al que le interese el caso. Quizás está siguiendo línea de más arriba, claramente no de Claudia Sheinbaum ni de Rogelio Ramírez de la O. Tal vez, no hubo línea, sino mucha iniciativa propia y quiso demostrar su lealtad al líder supremo en el atardecer de su sexenio. Es probable que la explicación sea más simple: nos encontramos con un caso típico de búsqueda de protagonismo. Su pecho no fue bodega y no se aguantó las ganas de gritar al mundo cómo será la ruta del “Plan C” en la próxima Legislatura. No pudo ser gobernador de Puebla, pero fue el hombre que le pegó un susto al superpeso.

Importan menos las intenciones de Ignacio Mier que las consecuencias de sus arrebatos verbales. Provocó caos y volvió a prender las alertas que se habían encendido el lunes. El legislador podrá jactarse que sus palabras tuvieron el suficiente peso como para compensar la conferencia del martes del secretario de Hacienda. Uno le dio un calmante a los mercados. El otro los volvió a poner nerviosos.

No hay que engañarnos, las reformas al Poder Judicial y al sistema electoral llegarán al Congreso y es altamente probable que serán aprobadas. Morena y aliados tienen una amplia mayoría. Cuentan, además, con los recursos para conseguir los votos que les faltan para llegar a los dos tercios. Sólo falta buscar “voluntarios” entre los legisladores de oposición que muestran la coordinación de una gallina a la que han cortado la cabeza. El “Plan C” es muy importante para López Obrador y será aprobado parcialmente en septiembre… a menos que algo ocurra.

¿Qué podría ocurrir? Los mercados están mandando señales. Rugieron el lunes y volvieron a rugir ayer a mediodía. No son los únicos que temen una radicalización de la 4T, pero quizá son los que tienen la mejor caja de resonancia para hacerse oír. En el corto plazo, ellos pueden mover el tipo de cambio del peso frente al dólar. En el mediano y largo plazo pueden hacer la diferencia entre el éxito o fracaso de los planes que México tiene para el nearshoring. No es necesario recordarles que la relocalización es nuestra escalera al cielo, el boleto para alcanzar un nivel más alto de desarrollo. Una mala percepción de los inversionistas puede también encarecer las colocaciones de deuda del Gobierno mexicano. Eso significa dinero más caro, más costo financiero en el presupuesto. Menos recursos para otros programas.

Lo mejor que puede pasar. Lo menos peor, matizo, es que el “Plan C” llegue al Congreso una vez que Claudia haya asumido la Presidencia. Ella ha dicho que está de acuerdo con el mismo, pero es partidaria de que haya un diálogo, “tiene que evaluarse bien la propuesta y, en su momento, aprobarse”, dijo ayer mismo. 

¿Qué importancia debe darse a los mercados y a la opinión de algunas minorías que “perdieron”? Ésa es la pregunta del billón. Las urnas les dieron a los ganadores el apoyo abrumador de la población mexicana, pero eso no les da la razón en todas las cosas que quieren hacer. Hay cuestiones técnicas y hay decisiones que pueden costar miles de millones de dólares. ¿Le harán caso a Claudia Sheinbaum cuando dice que evalúen bien la propuesta?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx 

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