Mientras tanto, el mundo se agita
La normalidad de la violencia agobia. Mientras aquí vivimos las campañas políticas para elegir a las nuevas autoridades en medio de una ola de inseguridad sin precedentes, que ha dejado desoladas a decenas de miles de familias, el mundo también se agita en un proceso que presagia la guerra. Igual que aquí, donde se trata a toda costa de distraer la atención, el mundo tampoco parece darse cuenta de que el gasto militar se incrementa de forma sustancial y sostenida en todas las regiones.
En la región de Norteamérica, el gasto militar de Estados Unidos y Canadá no ha hecho sino crecer a partir de los conflictos que se escalan en Ucrania y el Medio Oriente. De hecho, hay una renovación de los inventarios de armas y una abierta carrera de innovación que incluye el uso de armas llamadas inteligentes. Bombas, misiles, aviones, drones y satélites completan un amplio portafolio de mecanismos letales que se encuentran en proceso acelerado de fabricación. Al fin de cuentas, México no podrá sustraerse de esa tendencia y más temprano que tarde tendrá que invertir más aceleradamente para mejorar sus mecanismos de defensa coordinada. Aunque no nos involucremos directamente, nuestra economía depende de la expansión de nuestros vecinos, que ahora están en pleno crecimiento, en parte impulsados por el gasto militar.
En Europa, el proceso es vertiginoso: las fábricas de armas trabajan a marchas forzadas para abastecer a Ucrania y para fortalecer las reservas de armamento defensivo de la OTAN, que ve con alarma que la guerra toca las puertas del flanco oriental europeo. Las bombas que caen sobre Ucrania resuenan en Berlín, París, Roma, Madrid y todas las capitales europeas todos los días, y cada una de las naciones está incrementando sustancialmente el gasto militar para armarse ante la amenaza de Rusia.
En Asia central, Pakistán, India y las naciones que formaban parte de la Unión Soviética también están desatadas comprando y fabricando armas ante el peligro que significa la violencia interna y las amenazas de invasiones o expansiones indirectas tanto de Rusia como de China. De hecho, India está en camino de convertirse en una potencia de alcance global que tiene detrás un Ejército cada vez más actualizado y tecnificado dotado de armas nucleares.
En el Pacífico, pasa tres cuartos de lo mismo: China, que se arma y equipa de forma continua, amenaza con invadir Taiwán y ante eso, Japón, Corea, Australia, Filipinas, con el respaldo de Estados Unidos, forman un frente para oponerse a la expansión militar china en el Pacífico. Japón se está convirtiendo en una fuerza militar de primer orden con el respaldo estadounidense que se refrendó hace unos días en la visita de las autoridades niponas a Washington.
Hay, pues, una verdadera reconfiguración en marcha en el mundo. Los riesgos de guerra se incrementan y eso presiona necesaria e inevitablemente a México, dada su posición geográfica y por las vulnerabilidades que en cuanto a seguridad interior se han hecho evidentes en las últimas décadas. Nuestro país no puede ni debe dejar sin control a grupos de la delincuencia que de hecho dominan amplias regiones del país. Como tampoco puede darse el lujo de tener una porosidad en las fronteras, puertos y aeropuertos que vulneren la seguridad regional, porque ya no solamente se trata de la seguridad de México sino de las naciones de la región. Las amenazas terroristas, la guerra tecnológica con China, la creciente amenaza del uso de drogas para someter a grupos amplios de la población y el surgimiento de verdaderos grupos paramilitares ligados a las actividades de la delincuencia son hechos que estarán en la agenda de los próximos gobernantes de México, Estados Unidos y Canadá. Y aunque estos temas no estén presentes de forma sustancial en las campañas, están ahí como parte de los desafíos estratégicos de mayor importancia. De la forma en que estos temas sean abordados y de las soluciones planteadas dependerá en gran medida el futuro de México. Por eso, a pesar de las distracciones, no hay que perder de vista lo importante. Es tiempo de cuestionar a quienes aspiran a tomar decisiones al respecto.