México sí tiene por qué celebrar
Escucho, a raíz de la reforma judicial, que México perdió su independencia. También he leído impresiones que afirman que la democracia no existe más. Y entre otras voces, tanto en radio como en televisión y redes sociales, dicen que este 16 de septiembre no tenemos nada que festejar. Una vez más, perdemos el foco de lo verdaderamente importante: un Gobierno no hace un país, un país constituye a su propio Gobierno, que es muy distinto; en este caso va primero el huevo y después la gallina. Es decir, México, y cualquier otro país, es muchísimo más grande que su Gobierno. A una cultura como la nuestra la han engrandecido numerosos, incontables artistas, científicos, intelectuales y gente de a pie. Constantemente me doy cuenta de que, cuando dejo que la política se adueñe de mis mañanas, mis tardes y mis noches a través de las noticias, además de sus trascendidos, todas estas impresiones ensombrecen mi realidad. Ojo, no es que yo quiera voltear a otro lado o no enterarme de lo que verdaderamente pasa en el país. No es tampoco tanto que la realidad sea tan dolorosa -porque lo es- que entonces decida crear una burbuja que me aísle del dolor. Es que simplemente escojo -y tampoco por felizología- estar atenta a lo que verdaderamente constituye al país.
Por un lado, veo a una generación potente, llena de energía, que no se cuestiona ni lo más mínimo dejar de habitar en el país, como sí lo hacen sus padres. Nosotros, los treintones y cuarentones, estamos en pleno uso de nuestra fuerza laboral y encargándonos de lo que toca: criar y sacar hijos adelante, pagar impuestos, cuidar la chamba que tenemos y también tratar de levantar nuestros negocios, cuidar de nuestros padres y administrar inteligentemente la seguridad de nuestras familias. Pensar en correr o expatriarnos a otro territorio es justamente la diferencia entre sociedades como la nuestra y la venezolana. Nosotros, los mexicanos, nos cuestionamos dónde estaríamos mejor; los venezolanos han salido hacia donde puedan, porque simplemente ahí no se podía estar.
No sé si me explico, el tener el tiempo de pensarlo es lo que hacemos los que vivimos en democracia. La oposición, endeble como está, tiene una pequeña voz, y es nuestra tarea precisamente seguir oponiéndonos a cualquier sistema que esté a la cabeza. No por necedad, por obligación. Ojalá dejáramos de defender a políticos y sus partidos, además de sus reformas, y defendamos la voz que exige y pide que se rindan cuentas.
México y sus mexicanos tenemos muchísimo que celebrar. Voltee a su alrededor y déjese sorprender, verá qué gran pueblo es este.
argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina