México: los lagos, sueños (no) cancelados
Es, posiblemente, el mayor proyecto que México debe enfrentar. Tiene repercusiones directas en 25 millones de habitantes de la capital. Y consecuencias en el imaginario y las aspiraciones de una vida mejor y más sensata para todo el resto de la población nacional. Se trata del salvamento integral de todo lo que queda de los lagos de Texcoco.
Desde hace 25 años Alberto Kalach, al frente de un amplio equipo arquitectónico y multidisciplinario, ha intentado por todos los medios llevar adelante el proyecto. Ha contado con múltiples adhesiones. Pero ha tenido que enfrentarse con la cerrazón y la incomprensión de las autoridades, la indiferencia general del gremio arquitectónico, más ocupado en cosechar “likes”, intentar ganar bienales y publicar en revistas mainstream; también ha topado con la incomprensión o de plano la descalificación de algunas voces, oficiales y oficiosas. Y sin embargo la lucha sigue.
Por esfuerzos no se ha parado. Publicaciones varias, videos, entrevistas, audiencias con todo tipo de autoridades, seminarios con especialistas, etcétera. A través de este proceso el proyecto se ha venido depurando y perfeccionando. No solo se trata de salvar los lagos y así obtener un litoral de 80 kilómetros conformando un espacio acuático mayor que la bahía de Acapulco. La tierra así reconvertida es la opción para la vivienda y el equipamiento destinados a las clases más necesitadas. Esta acción reorientaría y resolvería de fondo el crecimiento futuro de la ciudad de México. El aire de la capital experimentaría una mejora radical: es un asunto de salud pública.
Pero se trata también de cambiar la cultura del agua para toda la urbe. Esto implica el rescate y tratamiento de todos los cuerpos de agua que naturalmente desembocan en el lecho del lago. Esta radical acción es perfectamente factible e instalaría en la población una conciencia indispensable sobre el estado hidrológico de toda la región metropolitana.
El proyecto ha tenido que experimentar varios avatares. De entrada, se planteó hace dos decenios la ubicación del nuevo aeropuerto en una isla del lago recuperado. Esto representa el gran motor económico y sociológico para activar el proyecto. Años después se encargó el proyecto a Norman Foster y Fernando Romero. Ubicado erróneamente, provocó un ajuste en el proyecto general, que sin embargo siguió adelante. La más que desafortunada cancelación de las obras del aeropuerto hacia un lugar imposible y lejano desvió la atención y, a pesar de débiles pronunciamientos y algunas inanes acciones por parte de un oportunista arquitecto, lo actualmente planteado por las autoridades federales batalla entre la inepcia y la postergación oficiales.
Resulta incomprensible (pero también explicable) la ausencia de la más que entusiasta adhesión al proyecto de los lagos por parte de diferentes actores. Los arquitectos dignos de tal título, los científicos, los sociólogos, los ecólogos y activistas ambientales, partidos políticos, etcétera. Falta de visión, cortoplacismo, envidias profesionales, simple tontería.
No es un asunto exclusivamente de la ciudad de México. Es un proyecto de alcance nacional, que detonaría múltiples acciones en todos los estados del país. Es una gran iniciativa, una gran obra pública capaz de galvanizar millones de voluntades, una iniciativa capaz de devolver a todos los mexicanos la esperanza de un mejor país, de una mejor calidad de vida, de una más equitativa, limpia, sostenible y justa nación.
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