México: ¿anti-inmigrante?
En mi columna anterior hablé sobre las restricciones legales para inmigrar a México. Recibí varios comentarios que resumo de la siguiente forma: “nosotros lo que tenemos son vecinos pobres y con poca preparación, que, además, solo quieren pasar de largo hacia EU, como ya lo han manifestado algunos a los que se les ha ofrecido trabajo”. Todos estos comentarios omiten muchas de las razones históricas que desincentivan a los migrantes a quedarse por México. No me refiero únicamente a la inmigración no calificada, sino de cualquier migrante, calificado o no, de cualquier parte del mundo.
Es cierto que muchas de las personas que vienen, sobre todo de Centroamérica no les interesa quedarse en México sino ir hacia los Estados Unidos. Sin embargo, el hecho es que México es un país antiinmigrante como lo demuestran las leyes y la constitución. Hacemos todo lo posible para no atraer talento de otros países y además generamos todos los incentivos negativos para expulsar el talento mexicano. Veamos algunos ejemplos: Hasta hace poco, la Ley General de Población marcaba que habría una cuota de número de extranjeros que se les permitirá acceso al país (previa evaluación por actividades o zonas de residencia (…) según sean sus posibilidades de contribuir al progreso nacional (Art.32 y 34). Adicionalmente, el Artículo 32 de la Constitución establece: “Los mexicanos serán preferidos a los extranjeros en igualdad de circunstancias, para toda clase de concesiones y para todos los empleos, cargos o comisiones de gobierno en que no sea indispensable la calidad de ciudadano.” ¿Qué tal si en Estados Unidos emitieran una ley similar? ¿Cuántos gobernadores, senadores, congresistas y oficiales de alto rango en Estados Unidos hemos celebrado por ser de origen mexicano?
Además de las restricciones en su rol como ciudadanos, hay restricciones en la adquisición de propiedades a 50 km del mar y 100 de la frontera. Si usted es un inmigrante y quiere emprender con una empresa en Tijuana, tendrá que cubrir engorrosos trámites burocráticos y costos extras que no tendría un mexicano. Esto no sucede en otros países, empezando por los Estados Unidos. Un inversionista preferirá cruzar la frontera y poner su empresa en San Isidro. En los Estados Unidos todos las personas que quieren invertir y crear empleos los reciben con los brazos abiertos, al grado que pueden tramitar una residencia permanente.
Las raíces del problema son más profundas. En México existen mexicanos de primera de segunda y hasta de tercera. ¿Cómo se explica que una persona que ha vivido toda su vida en México solo por el hecho de haber nacido fuera, aunque haya llegado recién nacido y siendo ciudadano mexicano por naturalización no puede ser ni capitán de barco (con bandera mexicana) o militar, entre muchos otros? Es decir, la naturalización significa ser mexicano con derechos acotados, de segunda. Hay una gran diferencia con los países desarrollados. En los Estados Unidos cualquier ciudadano norteamericano (aún naturalizado) al único puesto que no puede optar es al de vicepresidente o presidente. En otros países como Australia, Canadá, Israel, Gran Bretaña entre otros, no se requiere ser ciudadano por nacimiento para ser Primer Ministro, basta ser un ciudadano naturalizado. ¿A qué país preferiría inmigrar, a uno en que una vez que sea ciudadano no lo discriminen u otro donde siempre será uno ciudadano de segunda?
Hay muchas razones por las que México no se ha podido desarrollar a plenitud. Sin duda la política y leyes migratorias son una de las principales causas del bajo crecimiento económico. Sobre este tema, el costo económico de la política migratoria mexicana, hablaré en mi siguiente columna.