Medio siglo de retroceso en el Senado
Lo que ocurrió la madrugada del sábado en el Senado fue un viaje al pasado y una ominosa advertencia de lo que podría ser el futuro.
Sólo estuvieron presentes los senadores de Morena y sus aliados.
Fue una sesión en la que se aprobaron 20 reformas, algunas de ellas constitucionales.
Se aprobó una cada 10 minutos, sin discusión y al menos en un par de casos, con una abierta falta de quorum… que no importó, por lo que ahora la oposición llevará su reclamo a la Corte.
Los senadores morenistas y sus aliados, así como las “cuatro corcholatas” de Morena, habían sido convocados previamente por el Presidente López Obrador a Palacio Nacional.
De ese encuentro surgieron dos instrucciones: aprobar los temas pendientes y evitar las divisiones de Morena en el proceso de sucesión presidencial.
Entre las muchas reformas aprobadas, salió adelante la de la Ley Minera, con lo cual se pone en riesgo serio el futuro de esta actividad.
También se aprobaron diversas reformas que fortalecen la presencia de las Fuerzas Armadas en la actividad económica especialmente en el ámbito del transporte. Sólo por citar algunas.
Para ver algo como lo que sucedió en el Senado la madrugada del sábado, habría que remontarse hasta el año de 1976.
Desde la creación del PRI en 1946 hasta ese año, todos los senadores fueron del PRI.
En 1976 llegó por primera vez un senador de otro partido, Jorge Cruickshank García, del Partido Popular Socialista (PPS), partido aliado del PRI.
Hubo que esperar hasta el año 1988 para que realmente la oposición pisara por primera ocasión la Cámara de Senadores con cuatro del PRD.
Y hubo que esperar hasta el año de 1994 para tener una composición del Senado con mayor pluralidad, aunque aún con una abrumadora mayoría: 95 del PRI; 25 del PAN y ocho del PRD.
Y fue en el año 2000, hace apenas 23 años, cuando ya no hubo un partido que tuviera mayoría absoluta: eran 60 del PRI; 46 del PAN; 15 del PRD; cinco del PVEM; uno de Convergencia y uno del PT.
Por esa razón, lo que ocurrió el sábado en la madrugada quizás sea la más clara expresión del viaje al pasado, de un retroceso democrático, como no se ha visto en México en muchos años.
La otra expresión de este cambio, fue el papel del Presidente de la República.
El poder de Andrés Manuel López Obrador quedó de manifiesto.
Cuando percibía una división entre sus huestes, llamó a todos a cuentas a Palacio Nacional y entre sonrisas y anécdotas, les leyó la cartilla.
Dejó perfectamente claro: “El que manda soy yo”.
Si alguien no está de acuerdo eso, pues más vale que vaya preparando su salida del movimiento.
Para la oposición, que trató inútilmente de bloquear la sesión, le lección fue clara.
O se ponen inmediatamente las pilas y organizan, ya, la alianza para definir a su candidato a la Presidencia, o no tendrán ni la más mínima oportunidad de competir en las elecciones del 2024.
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Enrique Quintana