Marcelo Ebrard y Ron DeSantis
Pareciera poco aconsejable para un aspirante a Presidente de México criticar directamente a quien se encamina a ser el rival de Donald Trump en la nominación republicana en Estados Unidos. Al fin de cuentas, el ahora gobernador de Florida podría convertirse en Presidente, al igual que Marcelo Ebrard. Por eso llamó la atención que en un viaje relámpago el ex canciller visitara Homestead en el sur de Florida, una comunidad con gran cantidad de inmigrantes sin documentos, donde expresó su crítica a Ron DeSantis.
Pero los valores de los que se trata lo ameritaban, a pesar del aparente costo político: La ley antimigrante más dura de los últimos tiempos en Estados Unidos entró en vigor el 1 de julio en Florida, afectando a miles de mexicanos y personas de otras nacionalidades. No es una ley cualquiera, sino un arma legislativa que fomenta el racismo y el odio hacia las personas migrantes. En ella, se sanciona como un delito grave de segundo grado, punible con hasta 15 años de prisión, viajar en un automóvil dentro de las fronteras estatales con una persona indocumentada, sin importar si el pasajero se trata de una esposa, un hijo o un amigo sin papeles; prohíbe usar licencias de conducir emitidas por otros estados y exige a los hospitales preguntar y reportar el estado migratorio de sus pacientes; también ordena a las empresas con más de 25 empleados utilizar el sistema de verificación federal E-Verify, una base de datos federal que identifica personas sin documentos, entre otras medidas punitivas que afectarán la vida de miles de familias.
Las organizaciones civiles, la iglesia católica y las comunidades evangélicas que trabajan en las comunidades más pobres de Florida han encendido las alarmas ante la puesta en marcha de estas normas. Saben bien que se dividirán familias y obligarán a miles de personas trabajadoras y sus hijos a vivir en las sombras, o les impulsarán a dejar sus hogares que viven en el centro y sur de Florida.
Los episodios racistas no son nuevos en las tierras de nuestros vecinos, pero hay algunos ante los cuales no podemos quedarnos callados. Vale recordar al tristemente célebre Sheriff Arpaio de Arizona y sus “cacerías” de migrantes o los intentos legislativos en Texas para afectar la inmigración.
Por eso la declaración de Marcelo cobra relevancia, dado que a pesar del desgaste político que pudiera significar, su voz significa un aviso puesto precisamente allá, en la voz de quien puede convertirse en Presidente de México, para defender los derechos esenciales de nuestros compatriotas.
“La ley, por definición, está en contra de los derechos de las personas y es intrínsecamente injusta. Hablo como ciudadano, no como canciller”, dijo Ebrard en un “Diálogo con Comunidades Mexicanas” de Florida al que asistieron activistas de derechos de personas migrantes, tomando una posición política comprometida al lado de los mexicanos e intrínsecamente poniéndose frente a los republicanos más conservadores en su propia tierra.
No hay precedentes de que un aspirante presidencial mexicano haya actuado directamente para oponerse a una legislación local en el país vecino, y el hecho es una clara muestra de que la realidad política está cambiando y de la importancia cada vez mayor de hacer más México en Estados Unidos.
Dejar a personas sin atención médica, sembrar pánico por viajar en un auto con tu propia familia son actos inaceptables. Una legislación como la que ahora está vigente puede ser imitada por muchos gobiernos estatales y provocar un daño enorme a nuestra comunidad de origen mexicano. Por eso, el gesto adquiere mayor valor simbólico.
Dos políticos exitosos que aspiran a conducir dos países, con criterios muy distintos, avanzan en su camino a ser presidentes. Quizá en el futuro se encuentren como mandatarios y recuerden este gesto de congruencia política.
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