Madero fifí
“La respetabilidad del gobernante le viene de la ley y de su recto proceder y no de trajes ni de aparatos militares propios solo para los reyes de teatro”: Benito Juárez.
De los 78 calificativos recogidos en su ya célebre texto “AMLO poeta” de Gabriel Zaid, Madero merecía por lo menos veinte y éstos: arrogante, blanquito, burócrata fifí, chachalaca, fichita, fresa, hablantín, mapache de angora, de la minoría rapaz, monarca de moronga azul, ñoño, obnubilado, oportunista, pirruris, reaccionario de abolengo, riquín, señoritingo, tecnócrata neoporfirista y ternurita.
La familia Madero era súper fifí. Quizá en ese entonces la más fuerte del Norte del país. No estamos hablando de la llamada clase media alta. Sino de la llamada clase alta en serio. Familia además liberal y católica. No sobra decirlo, de las más ricas de México. No sería descabellado comparar a esa familia en su poder económico con los Slim y los Baillères en la actualidad o cualquiera de esas familias riquísimas. Un miembro en toda regla de la “mafia del poder”. Muy bien educado incluso en Europa, muy raro entonces. Empresario teórico y práctico. Sin duda el más fifí de los tres cuyos retratos suele tener a sus espaldas el autodesignado Mesías de la cuarta transformación. Juárez era fifí por sus ideas como se dijo la semana pasada. Madero también, pero con el agravante de ser de cuna ultrafresa. Ya platicaré de Cárdenas fifí la próxima semana.
Como se sabe, también Madero, como Juárez, fue un liberal cabal. Más respetuoso de la Ley y aquí sí demócrata. Pero igualmente soportador de la libertad total de expresión. Lo destrozó la prensa hasta hartarse y no la atacó ni con el pétalo de una rosa. Hasta aquí no tiene ningún parecido López Obrador con Madero.
Pero sí se parecen aparte de compartir junto con Juárez su buen comportamiento familiar. A pesar de sus distintos orígenes. Uno del Norte (Madero), acaudalado, otro del Sur (López), de procedencia no acaudalada. Por cierto, si la falta de recursos es el origen de la delincuencia, -con lo cual no estoy de acuerdo- porque todas las familias en algún momento han sido pobres, saquen sus propias conclusiones. Yo tengo otras experiencias. La gente humilde no es ladrona. Aunque contradiga a su próxima Alteza Serenísima.
Vámonos de regreso. Madero como se sabe era espiritista. No era extraño en aquellos tiempos. Era bastante normal. El problema: los mensajes le decían, tú eres El Predestinado. Elegido por Dios para rescatar a la Nación. La SOBERBIA -así con mayúsculas- o la Hybris propia del poder y de sentirse elegido por La Providencia lo perdió. Yo he visto a muchas personas divinas volverse unos idiotas con el poder y destrozar no solo su alrededor, sino a sí mismos. No son invenciones. Son cosas corroborables. La droga del poder existe. Y es quizá -antes pensaba era el juego- la droga más dura de todas. Y pocos la saben manejar. Marco Aurelio siempre lo advirtió. Lástima de tan pocos lectores.
Bajo la idea de las buenas intenciones y drogado de poder lo perdió a lo tonto y desató una guerra civil de locos, la llamada Revolución cuyo final casualmente le tocó a Cárdenas. Madero se veía como un ser excepcional y místico. ¿Lo era?
sergio@aguirre-consultores.com.mx / @seraguirre)