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Los vaticinios de la joven I. P.

Se dice que, solamente conociendo y entendiendo razonablemente el pasado, pueden hacerse vaticinios con posibilidades de no errar mucho. Por eso se dice que, para mirar hacia adelante, conviene hacer caso de las personas mayores.

Tengo en la memoria dos contundentes asertos de  jóvenes militantes de la Iniciativa Privada de diferentes épocas: uno de “mis tiempos” y otro de hace un par de años.

El primero data de la fecha de nacimiento del TLC. La oí en el Club de Industriales, el mismo que fue derruido por la picota de la voracidad. No fue solamente uno el joven empresario que, forrado por un traje impecable y carísimo, vaticinó que promover la agricultura carecía de sentido, pues tales productos podrían ser adquiridos en el extranjero con facilidad gracias a las pingües utilidades que se obtendrían vendiéndoles productos elaborados a norteamericanos y canadienses. “El trabajo de la tierra pronto tendrá un valor estrictamente decorativo”. A mi tímida pregunta de pobre historiador provinciano sobre lo que habríamos de comer en el futuro, me respondieron, como si fuera lo más evidente del mundo: “¡lo compraremos!”. Me quedé pensando que alguien tendría que cosecharlo pero ya no me atrevía a replicar ante el conjunto de miradas que claramente representaban la idea de que no era yo más que un pobre tonto…

Por fortuna, al paso de los años, se revirtió aquel abandono de la agricultura y de la ganadería y ahora es patente el progreso de la actividad rural. De hecho, puede decirse que los empresarios rurales han resultado más competitivos que los petimetres de la industria.

El otro vaticinio al que quiero hacer referencia lo promulgaron un grupo de jóvenes empresarios, con aire de sabelotodo, asegurando que, en un par de años, o sea ahora, el costo del dólar llegaría probablemente a los 35 pesos por cada uno. En el momento de escribir este texto, el tipo de cambio es de 19.75 pesos por dólar.

Vale tener presente que la inconformidad con el gobierno de López Obrador ha dado lugar a muchos pronósticos, sustentados más en el deseo que en bases sólidas. Tal vez algunos resultarán ciertos, porque hay algunos que provienen de gente mayor y razonable, pero hay otros que, al parecer, no se lograrán ni yendo a bailar a Chalma.

Un tercer pronóstico fue que la pasada manifestación de FRENA metería al zócalo millones de personas. Aquí no era ya problema de mucho conocimiento, pues cualquier mexicano o mexicana de medianas entendederas, sabe perfectamente que en dicha plaza, con dificultad y, por supuesto, aun sin guardar la sana distancia, caben más de 200 mil personas. 

La experiencia de estas visiones fallidas constituye una sana advertencia para que no se hable sin buenas bases; de otro modo el resultado no ayudará a la justa pretensión que se tiene de regular, matizar y hasta de reencauzar los cambios que se propone la 4T.

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