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Los sueños de l@s niñ@s

Todos los niños, o la mayoría, pensaron alguna vez en ser un policía, un bombero o un soldado… superhéroes urbanos. Su agenda de trabajo implica ponerse en riesgo para velar por la integridad de otros; se ganan los aplausos en los desfiles; los pequeños se desviven por saludarlos. Vivimos en un país con el Ejército en las calles, no es de extrañar que así sea.

¿Cómo reaccionarías si tu hijo o hija te dice que quiere ser policía cuando sea grande? ¿Lo alientas, lo desestimas o cambias de tema? Cuando mi hija me lo informó abrí bien los ojos y los oídos; lo único que pude pensar antes que nada fue en el tipo de elementos y corporaciones policíacas que ahora tenemos, las oportunidades que ellos tienen, la profesionalización que reciben, las garantías con las que cuentan y lo vulnerables que pueden ser sus familias.

Me conmovió la determinación de mi hija, así que no pude hacer más que proporcionarle el uniforme y las herramientas que todo policía lleva consigo en su talla y de utilería para exponer en su clase y a sus cinco años lo que significa -para ella- ser un policía. Ver su emoción enfundada en su traje azul marino me estremeció. Por un momento vi a la pequeña “Judy Hopps” de “Zootopia”… ¿Y si realmente quisiera serlo? ¿Y si realmente pudiera hacer un cambio?

Tuve que volver a la realidad por un momento. Siendo objetivos, desempeñarse como policía en México dista mucho de tener las garantías de un superhéroe: cuenta con menos tecnología, unidades y armamento que el crimen organizado, tienen remuneraciones económicas que cuando mucho se aproximan a los 15 mil pesos mensuales (de acuerdo con Glassdoor México, el ingreso promedio nacional de un policía municipal es de 10 mil 469 pesos mensuales) y cumplen con horarios extenuantes que en ocasiones superan las 24 horas.

Actualmente, las autoridades en Jalisco tienen la misión de sumar elementos a sus corporaciones para combatir el déficit que presentan. Al cierre de 2021 había 22 mil policías en el Estado, siete mil menos de los estimados en la media nacional que contempla tres policías por cada mil habitantes. Las 250 nuevas plazas abiertas en junio pasado son sólo una muestra. Muy pequeña muestra. Cada año hay quienes se jubilan, se incapacitan o deciden dejar las corporaciones. Y es normal pensar que nos faltan policías, en lo que va del sexenio más de mil 600 elementos en el país han perdido la vida en el cumplimiento de su deber. Por ello no es de extrañar que en ese mismo periodo se hayan registrado aproximadamente 130 paros de labores, medio centenar de emplazamientos y más de 70 manifestaciones de policías en distintos Estados para visibilizar las condiciones de trabajo y la exigencia para mejorarlas.

Como en todos los universos probables, también hay superhéroes que se pasan al lado oscuro denominado corrupción. Quizá son los que ganan los reflectores: los llaman infiltrados, abusan de su poder y, cuando son identificados, son destituidos de su cargo o procesados. Algunas corporaciones tienen numerosas recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos por la mala praxis de sus elementos, pero son muy pocas las sanciones al respecto. Y eso es sólo un vistazo.

Teniendo en cuenta un panorama así, ¿alentarías a tu hijo o hija a ser policía en un país donde la violencia está ganando el juego? Quizá no, pero antes de que la realidad me muestre su cara más cruda, me quedo con la imagen de una niña que está convencida que ser policía es una manera de cambiar al mundo.

Gabriela Aguilar

puntociego@mail.com

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