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Los riesgos al llegar al poder

Cualquier persona que llega a ocupar un cargo público, con un ejercicio significativo del poder, se enfrenta a los riesgos de quedar atrapada en sus redes perniciosas y perder la conexión con la realidad.

Al ascender a un cargo de poder, algunos funcionarios pueden perder la conexión con las necesidades y problemas de la gente común. También es fácil abusar del poder y la autoridad, corromperse y favorecer con su autoridad a sus amigos, parientes y aliados.

Con el poder que llegan a tener, fácilmente rechazan la transparencia y rendición de cuentas. Dejan de ser lo suficientemente claros en sus acciones y decisiones, lo que puede generar desconfianza y corrupción.

La tentación de priorizar los intereses personales o partidistas, darles preferencia a unos y no a todos por igual, y perder el sentido del bien común y de los intereses públicos está siempre latente.

El poder puede afectar una comunicación efectiva, haciendo que dejen de ser claros en sus comunicados, lo que puede generar malos entendidos, crear conflictos y ocasionar una pérdida de confianza en el Gobierno.

Cuando ya se tiene mucho poder, también es fácil dejar de escuchar a la opinión pública e incluso a los expertos, lo que puede llevar a decisiones mal informadas y perjudiciales.

Al menos en nuestro entorno, es muy común que, con el poder en la mano, se quiera favorecer a los familiares y amigos, otorgándoles todo tipo de beneficios y favores, lo que impide que las cosas sean justas y se hagan de manera correcta.

El exceso de poder los lleva a creer que todo lo pueden realizar sin planificación ni visión a largo plazo. Pierden una visión clara del futuro y dejan de planificar adecuadamente para abordar los desafíos y oportunidades que se presentan.

El ego se inflama tanto con el poder que dejan de reconocer y aprender de los errores, pues llegan a creer que todo lo que hacen está bien. Se pierde la autocrítica, lo que puede llevar a la repetición de patrones negativos y a la falta de crecimiento y mejora.

En fin, el poder puede hacerles perder la ética y la moral, llevando a tomar decisiones y acciones que dañen a la sociedad y a los individuos. Llegan a creer que siempre tienen la razón, incluso violan las leyes, sin consciencia de que sus decisiones son incorrectas.

Es muy importante estar atentos a los funcionarios y políticos que se “emborrachan” con el poder y cometen todo tipo de atropellos sin ninguna consecuencia. Hay que ponerles un límite.

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