Los primeros superdelegados superabusivos
Y vienen más: la reelección de facto en Baja California y las acusaciones de corrupción al ex embajador del lopezobradorismo en Jalisco son apenas la primera hondonada del barranco que ya se asoma.
Y no, no es porque hayan salido malos. Figurines como Carlos Lomelí y como Jaime Bonilla hay por carretadas en la república y por puños en la política, no nos hagamos. Pero no todos tienen la confianza del otra vez todopoderoso Presidente de la República para sumarla a su capital previo de poder fáctico y oscuras mañas.
Se veía venir. En el caso de Jalisco con mucha mayor claridad por las huellas que fue dejando a lo largo de los años la conducta de Lomelí. En el caso de Baja California, por el poder y el dinero del personaje utilizado para ganar la elección.
Los personajes tienen lo suyo, sí, pero el modelo es insalubre. Facilita la concentración de poder en personajes elegidos de antemano por ser actores fuertes frente a los gobernadores. ¿A quién le ponemos como oponente al bravo de Alfaro? A otro toro. Uno que ponga recursos y le pueda sacar la lengua sin temor al gobernante. Y además le damos el control de todos los programas sociales federales para el Estado. Y que los use políticamente, faltaba más. Y luego averiguamos de dónde proviene su fuerza, lo primero es lo primero.
¿No lo creen? Miren, antes de los súperdelegados había una estructura espantosa de dos mil 300 delegados en el país, de los cuales la mayoría era inútil o cumplía funciones protocolarias. Pero eso sí, la ley los obligaba a demostrar estudios relacionados con el área de la delegación.
Al reformarse la ley se redujo esa estructura inflada y qué bueno, pero se quitó el requisito de los estudios y qué malo. ¿Por qué? Porque todos los superdelegados tienen ahora, en realidad, una tarea partidista en territorio. Miren: los 32 sin excepción, militan en Morena. Diez fueron presidentes del partido en su Estado y la tercera parte tiene experiencia en manejo de programas sociales con la militancia. Cuatro no tienen estudios universitarios acreditados; 19 fueron candidatos en las pasadas elecciones federales y nueve en elecciones locales.
Cualquiera con dos dedos de frente puede entender que son políticos antes que expertos del servicio civil. Y con un solo dedo de frente es posible advertir que el caso de Lomelí y la canallada de Bonilla son la punta del iceberg. En todas las entidades estos superdelegados fueron ungidos con demasiado poder y como todo mundo sabe, la naturaleza del poder es la insaciabilidad. Si además se entrega a personajes con poder fáctico previo, a veces de dudoso origen, y se les encomienda una tarea política, estamos en el peor de los mundos: empezará a salir el cobre de algunos de los elegidos y habrá un nuevo significado para cacique.
Esto apenas comienza, todavía se puede detener.