Los políticos cambian; la política no
Ahora el presidente plantea, casi en tono de amenaza, que si la Suprema Corte le tumba la Reforma Eléctrica hará un reforma constitucional. Lo curioso es el tono de amago, pues en este país cambiar la Constitución es un deporte nacional. La pregunta es por qué no lo planteó así desde un inicio, pues suponemos que su asesor o asesores jurídicos sabían perfectamente que una reforma de ese calado no implicaba tocar la Constitución. Pero no, el presidente lo hizo primero por vía del decreto, mismo que la Corte bateó de inmediato. Después por la vía de una ley general para lo cual necesitaba sólo la mitad más uno de los votos para aprobarla “sin tocar ni una coma”, tal como lo hicieron, pero eso no subsanaba los problemas de fondo que sabía desde antes que existían. ¿A qué juega entonces el presidente?
A simple vista parece demasiado desgaste para un simple “vamos a ver si pega”. Parece absurdo que no pensaran que habiendo tanto en juego no brotarían los amparos como hongos en tiempo de aguas. Por supuesto que el presidente sabe que no tiene los votos suficientes en el Senado, que una iniciativa que modificara la Constitución no pasaría intocada y sobre todo que el costo de su aprobación sería muy alto, que esos pocos votos que le faltan se los cobrarían a pecio de oro en términos políticos y económicos.
Buscar los cambios primero por decreto y luego a través de una ley general le ha permitido convertir a una reforma en un acto político y de golpeteo contra los empresarios
No es gratuito, pues, que el presidente haya seguido su ruta favorita: la de la victimización. Buscar los cambios primero por decreto y luego a través de una ley general le ha permitido convertir a una reforma en un acto político y de golpeteo contra los empresarios y el Poder Judicial. ¿Qué tienen que ver Claudio X. González y José Ramón Cossío con el rechazo a la Reforma Eléctrica? Nada en realidad, pero estos reveses, más previsibles que una tormenta en día de San Juan, le permitieron al presidente actualizar el discurso contra los críticos al régimen de llamada 4T.
La presión ahora es sobre la Suprema Corte. Si atendemos a los argumentos de los jueces no hay manera que esta ley se declare constitucional y que el presidente tendrá que ir, como es normal en estos casos, por una reforma a la Carta Marga. Uno pensaría que no hay manera que la Corte apruebe una ley general que contraviene además tratados internacionales. Pero lo mismo pensábamos de la famosa consulta en la que los ministros terminaron aprobando un chilaquil con tal de no contradecir al presidente.
Lo paradójico es que si el presidente cumple su “amenaza” y busca la reforma constitucional tendrá que hacer lo mismo que tanto criticó a la reforma energética de Peña Nieto: torcer voluntades, comprar votos en el Senado sea por la vía de prebendas políticas o directamente con dinero, es decir, recurrir a la corrupción.
Los políticos cambian; la política no.
diego.petersen@informador.com.mx