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Los peores diputados del mundo

En el occidente del país, había una vez unos diputados que eran los peores diputados del mundo. La mayoría tenían un lindo color anaranjado por fuera, pero por dentro reverberaba el azul con tonos en rojo y amarillo. Tenían a su servicio una bancada de diputaditos, estos sí azules por fuera, pero anaranjados por dentro. 

Un día llegaron los legisladores guinda. Todos pensaron: “¡ahora sí habrá oposición!”. Esto emocionó a analistas y grillitos de tiempo completo que comentaban, además, exaltados, que al fin habría una mayoría de mujeres diputadas. Pero fue grande su decepción: los diputados varones siguieron mandando y ellas sólo obedecían. 

Luego sucedió que un diputado guinda, que venía de ser un diputado azul, hábil para nadar entre tiburones y pirañas, logró ponerse de acuerdo con el Gran Jefe Naranja. Y así comenzó la peor legislatura del mundo. 

Un día tenían que elegir a la encargada de garantizar la transparencia en ese país, un puesto muy incómodo para los políticos de todos los colores. Como en la primera convocatoria su favorita no pasó el examen para ese puesto, hicieron una segunda convocatoria y se quitaron de encima cualquier estorbo. 

La ley decía que sólo con un examen podían evaluar y elegir a la Comisionada de la Transparencia, pero los diputados añadieron un ensayo como oscuro requisito para que la calificación fuera subjetiva. También impusieron a los académicos que iban a elaborar el examen, algunos hasta familiares de las aspirantes. Todo contra la ley. 

Con esto provocaron la renuncia del grupo de notables que velaría por una designación limpia y auditable. ¿Qué pasó entonces? Las universidades, no una ni dos sino todas, rechazaron el método de los peores diputados del mundo. También organismos anticorrupción y ciudadanos lanzaron duras críticas. 

Pero los legisladores no escucharon y siguieron adelante con unas normas y una metodología inventadas con muchos tecnicismos para simular una designación “abierta” de la nueva Comisionada de la Transparencia. 

El Gran Jefe Naranja le había prometido ese puesto al diputado guinda, que antes fue azul, a cambio de votos para aprobar unos proyectos de inversión público-privada y construir un tren y una planta de aguas residuales, y cualquier capricho a futuro. 

Mientras los pobladores de ese país lidiaban con la inflación, la violencia y otros problemas, los peores diputados del mundo siguieron repartiendo cuotas a cuates igual que siempre en ese país. 

En realidad sólo calentaban motores para repartirse el cargo del defensor de Derechos Humanos y tres magistraturas con la misma técnica opaca, el mismo cuatismo y sin disimular el conflicto de interés o, más bien, su interés por el conflicto. ¿Pues de qué otra forma creen que han logrado ser los peores diputados del mundo?
 

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