Los orígenes del desorden político mexicano
Se está formando una bola de nieve de problemas nacionales. Lo que hace única esta coyuntura es que se han combinado problemáticas internas con aquellas propiamente externas. Estamos haciendo las cosas al revés, y las consecuencias ya las estamos comenzando a pagar. Esto solo comienza.
Las últimas tendencias económicas marcan un escenario preocupante. La inversión extranjera directa nueva en el país está en su peor nivel en los últimos veinte años. De acuerdo al CEESP, el nearshoring no ha sucedido, ya que desde finales de 2023 la actividad industrial ha tenido una tendencia a la baja. Por otra parte, el empleo tuvo su mayor descenso en diciembre desde que se tiene registro, en 1997. Y, de acuerdo al Banco de México, el 77% de los especialistas en economía del sector privado espera que el contexto para hacer negocios empeore en los siguientes seis meses. Por todo lo anterior, no resulta raro que la firma de inversiones Franklin Templeton haya declarado que, aunque la calificación crediticia de México está un escalón arriba del grado especulativo, ya se está cobrando la colocación de nueva deuda con intereses en grado especulativo.
La problemática externa del país es Trump: México envía el 83% de sus exportaciones a Estados Unidos, lo que representa el 30% de la economía nacional. Sin embargo, las problemáticas internas que enfrentamos son enormes y de nuestra propia creación. Primero, hemos achicado el tamaño del Estado mexicano, de por si delgado: de tener 16% de trabajadores de confianza en la administración pública federal en 2018, hemos pasado a 6% en 2024. Está en curso la reforma judicial más retrógrada en la historia de la democracia liberal, lo que augura el fin de la independencia de un poder de la Unión y su captura por parte de un partido político. Y el Tribunal Electoral está cooptado por un partido dominante que aspira a la hegemonía, además de venir una reforma electoral que promete terminar finalmente con lo que queda de independencia en el INE.
Es el camino a la locura, porque va en contra de todo lo que sabemos que funciona. El politólogo estadounidense Francis Fukuyama, en su obra maestra titulada “Los Orígenes del Orden Político”, afirma que son tres los pasos que todos los países desarrollados han logrado para alcanzar sus niveles de bienestar: primero, un Estado fuerte; segundo, un estado de derecho eficaz; y tercero, rendición de cuentas a través del voto. Pues en todos hubo retrocesos significativos bajo López Obrador, que Claudia Sheinbuam ha continuado al pie de la letra: deterioro del Estado, destrucción del poder judicial, y cooptación de las instituciones electorales.
Comienza el sexenio claudista, y comienzan ya a asomarse problemas severos. Le echarán la culpa a Estados Unidos, pero seremos nosotros fundamentalmente los autores de lo que está por venir. Si la presidenta y Morena insisten en el curso, lo único que vendrá será lo opuesto al título del libro de Fukuyama: desorden político.