Los misiles nuevos
Ciento cinco misiles sobre tres objetivos fueron lanzados sobre Siria desde unidades de Estados Unidos, Francia y Reino Unido. El propósito aparente es disuadir al régimen de Bashar Al Assad de usar armas químicas en el curso de la guerra civil que se libra en aquella nación desde marzo de 2011. Las imágenes de los niños y mujeres sacrificados fue la razón eficiente del ataque, pero en realidad se trata de una manifestación de fuerza no solamente dirigida hacia Siria, sino sobre todo a Rusia e Irán con consecuencias aún impredecibles.
Aunque se trató de un bombardeo puntual sobre instalaciones en donde se supone se fabricaban y almacenaban armas prohibidas, con el propósito de no generalizar el conflicto, se trata de un hecho que afecta la correlación de fuerzas en la región.
No hay que olvidar que Rusia tiene presencia militar en Siria con una base militar que le da salida al Mar Mediterráneo y que se había comprometido a contener al régimen sirio a no usar armas químicas desde el último bombardeo. Digamos que la coalición occidental había confiado a los rusos el manejo militar del conflicto contra el Estado Islámico en Siria y ahora el reclamo es directo por haber cruzado una línea roja acordada.
Ahora bajo la conducción de Trump la intervención militar lleva un riesgo de desbordarse por los combatientes de ISIS en Siria e Iraq, por las capacidades de Bashar Al Assad o el alcance de Hizbulá o el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, que aumentan el peligro de escalar el conflicto.
Estados Unidos y sus aliados en realidad se enfrentan una vez más al expansionismo ruso que se manifestó desde la invasión de Ucrania y la anexión de Crimea. Y dado que Trump ha cambiado la correlación de fuerzas en Medio Oriente al consolidar la alianza con Israel y hacerse del lado de Arabia Saudita enfrenta directamente a Irán y a Rusia.
En esa ruta el conflicto es inevitable porque ni los rusos ni el régimen de Irán dan muestras de dejar sus propósitos. La influencia rusa en Siria es un hecho que parece irreversible y por ello amenazante para Israel y Arabia Saudí, dada su alianza con Irán.
Los misiles lanzados han establecido una línea roja pero han puesto en marcha un proceso inevitable, es apenas un signo, lo realmente importante es lo que viene después. Es un punto de partida y no un accidente aislado.
Con esta perspectiva para México el incremento de las tensiones tiene impactos laterales importantes, dado el contexto político y económico. En primer lugar subrayar que el Gobierno de Trump ha dejado la relación con México y con América Latina en un lugar secundario, el conflicto en Medio Oriente puede acentuar la distancia.
Por otro lado están las repercusiones económicas que pudieran incrementar los precios del petróleo con un impacto potencial en los precios de las gasolinas. Así como las afectaciones en los temas de seguridad derivados de las amenazas que pudieran surgir contra los Estados Unidos lo que se pudiera traducir en endurecimiento en las fronteras, como ya sucedió en el pasado, cuando las alertas antiterroristas se elevaron bajo la presidente de Obama.
Por otra parte, los movimientos de llamar al nacionalismo iniciados por el Presidente Peña se diluyen rápidamente y resultan inoportunos, ante la realidad que impone consolidar los mecanismos de cooperación en materia de seguridad física, cibernética y militar con los Estados Unidos.
La incertidumbre internacional crece en medio del proceso electoral y ante el torbellino político que se desarrolla en torno a Trump. Puede ser ocasión para intentar acelerar las negociaciones del TLCAN y dejar de lado la estridencia. Aunque la negociación se convierte en un tema más secundario para la administración estadounidense, las circunstancias abren la puerta para llegar a un acuerdo que pueda pasar de mejor forma en la opinión pública estadounidense que estará centrada en el foco de la escalada militar.
La incertidumbre obliga a la objetividad y dejar de lado las llamadas nacionalistas con intenciones electorales. La mezcla puede ser explosiva.