Los futbolistas desaparecidos de Argentina
“En la historia de Carlos Alberto Rivada todos se llaman Videla. El que anunció que había desaparecido a su familia, el que lo señaló para que lo secuestraran y, claro, el máximo responsable de su muerte, el presidente de la nación”. Quique Peinado, Futbolistas de izquierdas.
A sus 27 años, Carlos Alberto Rivada jugaba de extremo en el club Huracán de Tres Arroyos, jugando en las categorías regionales de la provincia de Buenos Aires. También practicaba baloncesto y tenía una tienda de instalaciones eléctricas para mantener a su esposa y sus dos hijos, de tres años y un bebé de pocos meses de edad. La noche del 4 de febrero de 1977, el futbolista fue secuestrado por los militares de la Junta Militar que gobernaba Argentina en ese entonces. Su familia jamás lo volvió a ver con vida, como a los miles de desaparecidos (se habla de 30 mil) que hubo durante la dictadura encabezada por Rafael Videla.
En “Futbolistas de izquierdas: Entre futbol y política”, Quique Peinado cuenta que Carlos Rivada fue desaparecido a pesar de no registrar militancia política activa alguna. Sin embargo, era considerado un “peligro subversivo” por formar parte de una organización política estudiantil durante sus estudios de Ingeniería Eléctrica en la Universidad de Bahía. Rivada fue entregado por Julio César Videla, un vecino con una escondida ideología de ultraderecha y delator del régimen, quien había acompañado al jugador en un festejo anterior por una victoria de Huracán de Tres Arroyos.
Tras su desaparición, Héctor Rivada, padre del jugador, escribió una carta en 1979 al almirante Emilio Eduardo Massera, uno de los colaboradores principales de Videla. La misiva se tituló “Con desesperación” y era el punto álgido de una serie de peticiones previas infructuosas a las autoridades. “Todos parecen querer hacerme entender que debo aceptar las circunstancias y resignarme. Pero no claudicaré jamás en mi propósito de encontrar a mi hijo. ¿Qué haría usted en mi caso, Almirante?”. No hubo respuesta a la pregunta y Don Héctor murió en 1982 de un paro cardiaco sin saber algo de su hijo.
El régimen militar que gobernó Argentina de 1976 a 1983 violó sistemáticamente los Derechos Humanos y utilizó el futbol como una vitrina ideológica para ganar apoyo popular, especialmente con el Mundial de 1978, organizado y conquistado por el país sudamericano. Sin embargo, tras el éxito deportivo se escondía una realidad cruel que ni el futbol logró tapar.
Un año después, los militares usaron la victoria de la Selección Sub-20 en la Copa Mundial Juvenil de 1979 celebrada en Japón, en donde brillaba un joven Diego Armando Maradona, para aparentar “normalidad” en un país “que no tenía nada que ocultar” y donde los argentinos eran “derechos y humanos”. El triunfo futbolístico coincidió con la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a Argentina, un tanque de oxígeno para los grupos que buscaban a los desaparecidos como las Madres de Plaza de Mayo, y que inició la documentación sistemática y la salida a la luz pública de los excesos del gobierno de Videla. Al final, la lucha social permaneció en la memoria sobre las campañas de promoción oficial.
El periodista Gustavo Veiga registró en su libro “Deporte, desaparecidos y dictadura” un listado de 19 jugadores del futbol profesional y regional asesinados o desaparecidos durante el régimen militar. Veiga señala que la Asociación del Futbol Argentino (AFA) nunca organizó algún homenaje a estas víctimas del terrorismo de Estado.
Aunque el balompié parezca ajeno al grave problema de las desapariciones en México y Jalisco, la historia argentina marca un punto de alerta. Y los gobiernos que utilizan los aparatos represores del Estado deberán saber que la desaparición de un cuerpo no implicará el cese de la búsqueda incesante de justicia de sus gobernados.