Ideas

¿Los funcionales?

Quizá lo primero que tendríamos que hacer es no llamar independientes a aquellos que pretendan, por gusto o necesidad, competir por un cargo popular en la modalidad que no requiere de ese aspirante el requisito de contar con el respaldo de un partido político. 

Eso de “independientes” acarrea enojos por doquier. Que si no existe la gente verdaderamente independiente, que si uno siempre se deberá o a un gremio, o a un grupo ideológico, a un pasado o a un presente, etcétera, etcétera. 

Pongamos, como decía un amigo, un ejemplo por ejemplo. ¿Puede el senador Ríos Piter, beneficiario al día de hoy de puntuales prebendas públicas, llamarse aspirante “independiente” a la Presidencia de la República? 

Nadie cuestiona a Don Armando su pasado político, ni siquiera sus defensas al defenestrado gobernador (es un decir) Ángel Aguirre, su paisano expriistaperredista, cada quien sus cuates; pero de ahí a que sólo por ir al INE con gesto de mascota de XHGC debamos prestarle a Ríos Piter el chaleco de “independiente” suena, ciertamente, a little bit too much. 

Y lo mismo se puede exponer del caso de doña María de Jesús Patricio. ¿Será “independiente” cuando es público, notorio y explícito (nada de ello negativo per se) que buscará la candidatura a la Presidencia de la República aupada por grupos que son identificados con la causa indígena del zapatismo, cualquier cosa que eso signifique? Como que no, ¿no? 

Sé que no suena tan sexy, menos aún para aquell@s que quieren distanciarse lo más posible de la actual pestilencia inherente a la palabra partido, pero quizá lo correcto sería simplemente llamarles candidatos (as) apartidistas. 

Porque, al menos formalmente, eso sí son, hombres y mujeres sin partido. Y eso, que mujeres y hombres no tengan que sujetarse a las rigideces (tampoco necesariamente malas per se) de los partidos, es una buena noticia, o debería serlo en un México que aspiró por décadas a ello, a librarse de los partidos como única vía para acceder a puestos de elección. 

Sin embargo, como ustedes ya habrán notado, el anuncio de Margarita Zavala de que buscará ser candidata apartidista, sumada a la renuncia de Emilio Álvarez Icaza a ser candidato apartidista, han revuelto las aguas y pareciera que ahora se ve como negativo lo que es un gran avance. 

Parte de esa confusión quedó galvanizada por el discurso de Álvarez Icaza el domingo, cuando acusó que hay una estrategia del gobierno para fragmentar el voto en 2018, por lo que decidió “no ser funcional a los intereses ni estrategias del PRI y por eso no seré un candidato independiente más”. 

Uno. Por qué Álvarez Icaza vio para sí mismo que su opción era ser “un candidato independiente más”. Saaabe, dicen en mi tierra ante misterios de ese tipo. 

Dos. Que haya muchos en el arrancadero no quiere decir que habrá muchos al final de la carrera. 

Tres. Si un militante cree que su líder (es un decir), no lo deja crecer/participar/competir qué bueno que hoy pueda exclamar esas dos bonitas palabras de “me largo”, y tener una oportunidad, por complicada que se presente, de buscar el añorado puesto. 

Cuatro. Claro que el PRI mete la mano, pero cuál es la novedad, y a pesar de ello se les ha podido ganar.

La culpa entonces no es de las candidaturas apartidistas, así las abracen Margarita, Pedro, Armando, Marichuy o incluso, ay la guácara, “El Bronco”. Veamos qué decide la gente. ¿O ustedes necesitan que venga algún santón y canonice entre candidaturas apartidistas legítimas y espurias? 

Esta columna no pretende ser funcional al PRI. Come frutas y verduras.

Síguenos en

Temas

Sigue navegando