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Los cálculos de Anaya y la alianza

A menos de que las negociaciones den un giro inesperado, hoy MC, PAN y PRD formalizarán su coalición parcial en más de 50 municipios y, al menos, 11 distritos. Los municipios más relevantes son Tlaquepaque y Tonalá en Zona Metropolitana de Guadalajara, en donde encabezan los “naranjas” y habrá dos panistas en las listas edilicias. A este acuerdo hay que añadirle otros nueve municipios en donde el PRD y MC irán de la mano. Es decir, más o menos en la mitad de los municipios y distritos de Jalisco. Guadalajara y Zapopan dependen de la eventual incorporación de un panista a las listas de los candidatos Ismael del Toro y Pablo Lemus y, otro escollo de la negociación hasta ayer en la tarde era el manejo de los recursos: quién lleva la cartera. Sin embargo, más allá del juego de las sillas, la desconfianza y las expectativas han enrarecido una negociación que parecía encarrillada en noviembre.

Para nadie es un secreto: en Jalisco, el PAN y MC están lejos de llevarse bien. Las negociaciones para replicar el Frente en nuestra Entidad son una señal inequívoca y han desgastado a extremo la negociación. Primero, por una diferencia de expectativas: los panistas se sienten ninguneados por las posiciones que reciben en la coalición y los negociadores de MC considera que están comprando caro a un partido político que no tiene el peso de antaño-sobre todo en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Segundo, porque las disputas locales casi se “llevan entre las patas” mucho del acuerdo entre los tres partidos a nivel nacional. Ha habido amenazas de romper a nivel nacional si no se concreta el acuerdo en Jalisco. La intervención del CEN tensó aún más la relación entre ambas fuerzas políticas.

Por su parte, el acuerdo entre MC y el PRD es total, incluso salvando la diferencia que significaba el municipio de Tamazula que el PRD gobernó en el periodo 2012-2015. El mismo hecho de que Carlos Orozco, que no esconde su simpatía hacia Enrique Alfaro, sea el candidato a la Gubernatura es el espejo del acuerdo al que han llegado los dos partidos políticos. Si el PRD fue el apéndice del PRI en 2015, haciendo el trabajo sucio contra Alfaro previo a los comicios (recordemos aquél espectacular que lo comparaba con Emilio González), en este año la perspectiva cambió 180 grados. De la misma forma, MC negoció con Hagamos, una plataforma del grupo político de la UdeG y desde donde Enrique Velázquez, secretario general del STAUdeG será candidato al distrito 4 de Zapopan y Mara Robles, rectora de CUAltos, será la abanderada de MC en la demarcación 3.

Sin embargo, el CEN ha llevado la negociación hasta el límite por una sencilla razón: los votos de Jalisco son clave para que el ex presidente del PAN sueñe con llegar a Los Pinos. Para dejarlo en claro, Anaya necesita ganar por goliza en Jalisco si quiere tener alguna posibilidad de hacerse con la Presidencia. Por ello, Anaya ha decidido dejar que Dante Delgado marque buena parte de los ritmos del Frente, defina el programa electoral y hasta un trozo relevante del pastel de las candidaturas. MC equivale a unos cinco o seis puntos de intención de voto a nivel nacional, pero controla las expectativas electorales en un estado clave y eso le ha permitido hacerse de una cuarta parte de las candidaturas en el

Frente-más influencia que el PRD. El panorama estará tan enrarecido que tres candidatos diferentes a la gubernatura pedirán el voto por Anaya: Alfaro, Orozco y quien defina el PAN. A menos que en el camino, MC convenza a panistas y perredistas de “bajar” a sus respectivos candidatos y apoyar, de facto, al ex alcalde de Guadalajara.

Anaya necesita 1.5 millones de votos en Jalisco. Es decir, entre 40 y 45% de los sufragios. Algo así como la hegemonía que debe mantener Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México o los votos que tiene que rascar José Antonio Meade en el Estado de México o en Veracruz. La operación Alfaro-Vázquez Mota en 2012 le permitió a la candidata del PAN obtener 1.1 millones de votos. Son simples matemáticas y Anaya sabe que sus aspiraciones pasan por poner de acuerdo a dos partidos que se miran con recelo desde hace mucho tiempo.

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