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Los antimonumentos que hay y los que faltan

La justificación dada por el gobernador Enrique Alfaro Ramírez para el retiro del antimonumento por la represión policial de su Gobierno el 5 de junio de 2020 es, por decir lo menos, muy desafortunada y muestra un rasgo antidemocrático y patrimonialista del manejo de los asuntos públicos en el Estado.

Tras el retiro en la oscuridad del antimonumento 5J que había sido instalado apenas la tarde del pasado 5 de junio por una red de colectivos, el gobernador justificó la medida el martes 6 de junio: “Yo hablé en la mañana con el presidente (de Guadalajara) Pablo Lemus con toda claridad, es una decisión de los dos y es una decisión que sostenemos y que vamos a mantener en todo caso, imagínense ustedes que cualquier persona llega y pone un monumento, eso no funciona así, no va a funcionar así, no pasa nada”.

Con esa declaración quiere mandar el mensaje de que la ciudad, el espacio público le pertenece sólo al Gobierno, a la clase política y que los sujetos de las luchas sociales no tienen derecho a apropiarse de la ciudad.

No es así. La gente se apropia del espacio público de muchos modos, por ejemplo con los paseos con la virgen de Zapopan por las parroquias de la zona metropolitana, con los altares que se construyen para vírgenes y santos por distintos barrios y colonias de la ciudad, con las bicicletas blancas, etc.

También la sociedad se reapropia de la ciudad colocando antimonumentos como contra la violencia machista en la plaza Imelda Virgen o resignificando el espacio público, como al renombrar la Glorieta de las y los Desaparecidos. O el mensaje oculto que el escultor Alfredo López dejó en la estatua de Fray Antonio Alcalde en la Rotonda de los Jaliscienses ilustres en conmemoración de los tres estudiantes de cine desaparecidos.

 Antes que quitar antimonumentos, hace falta instalar decenas o cientos más de ellos. Por ejemplo, sería de suma utilidad instalar un antimonumento en cada lugar, cada espacio, cada territorio, donde ha desaparecido una persona buscada en Jalisco. Imaginen un memorial por cada uno de los lugares de los 16 mil desaparecidos que hay en el Estado, lo que impactaría, lo que ayudaría a recordar a toda la sociedad que Jalisco padece una grave crisis por desaparición de personas.

Un memorial en donde se reprimieron protestas y huelgas de los trabajadores que lucharon desde el siglo XX por mejores condiciones laborales. Un memorial donde cada comunidad indígena o campesina ha sido despojada, maltratada o sojuzgada.

Antimonumentos en los espacios donde los estudiantes lucharon por democracia y en donde fueron reprimidos o incluso asesinados por buscar democracia en la Universidad de Guadalajara.  

Hacen falta antimonumentos en los cuarteles militares y las cárceles clandestinas (ahora conocidas) donde las fuerzas del Estado reprimieron, torturaron o asesinaron extrajudicialmente a los disidentes del sistema político.

Hacen falta antimonumentos en los sitios donde personas de la comunidad LGTBIQ+ han sido acosadas, agredidas, asesinadas solo por su condición, por su preferencia sexual, de identidad o de vida.

Imaginen un antimonumento en cada casa, cada calle, en Casa Jalisco donde una mujer ha sido asesinada debido a la hegemonía patriarcal en nuestra sociedad. Qué terrible panorama habría en todo Jalisco inundado de cruces moradas significando a cada mujer violentada o asesinada por la violencia machista.

Hacen falta antimonumentos en cada fosa clandestina encontrada en Jalisco, que diría: “En este sitio se enterraron clandestinamente tantos cuerpos que previamente fueron desaparecidos y que el Estado no pudo prevenir o encontrar antes de que fueran asesinados y escondidos ilegalmente…”.  

Imaginemos todo el territorio inundado de antimonumentos denunciando cada represión, cada discriminación, cada desaparición o fosa clandestina. Jalisco es un territorio inundado de antimonumentos. Y los antimonumentos son actos de resistencia y lucha por la dignidad de las víctimas de un sistema social, político y económico que vive de producir opresiones y violencias a la mayoría de la sociedad.

Los antimonumentos están destinados a dejarlo de serlo cuando las causas que lo generaron, desaparecen. Pero hoy por hoy estamos inmersos en un sistema donde impera la necropolítica y sus múltiples violencias y donde los gobernantes no son más que serviles empleados de este sistema económico y de opresión que necesita de la muerte y la violencia para seguir reproduciéndose.

Que regrese el antimonumento del 5J y que se inunde Jalisco de antimonumentos, por más que incomode a la clase política que administra esta crisis y la profundiza por su negligencia, complicidad, impunidad y tendencias patrimonialistas y autoritarias.

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