Los Manchester City que no fueron
La historia de éxito del Manchester City no es únicamente el triunfo de un proyecto futbolístico encabezado por Pep Guardiola y un grupo de estrellas mundiales, sino la cara benigna del actual modelo de negocios de la Premier Legue, la mejor Liga de fútbol a nivel mundial y la que más dinero mueve con todo y Brexit.
Sin embargo, la danza de los millones en Inglaterra ha dejado muchos damnificados en el camino. Muchos clubes en busca de mecenas e inversionistas multimillonarios algún día tuvieron el sueño de ser lo que hoy es el Manchester City, pero en muchos casos terminaron convirtiéndose en pesadillas en forma de deudas, descensos y aficionados temiendo por la liquidación o desaparición de sus equipos.
Motivado por la bonanza financiera previa a la fatídica crisis de 2008, el banquero islandés Bjorgólfur Gudmundsson compró al West Ham en noviembre de 2006. El cuadro londinense importó a los argentinos Carlos Tévez y Javier Mascherano, pero no logró trascender más allá de salvaciones dramáticas en las últimas jornadas.
Sin embargo, la burbuja inmobiliaria estalló y un quebrado Gudmundsson debió abandonar su aventura futbolística tres años después. Mientras tanto, sus compatriotas le exigían cuentas a cacerolazos por los ahorros familiares despilfarrados y el gobierno de su país le negaba el indulto que si otorgaron a la mayoría de sus colegas americanos -excepto Lehman Brothers-.
En 2009, el Portsmouth fue adquirido por Sulaiman al Fahim, un empresario emiratí que venía con la reputación de pertenecer al grupo de empresarios que actualmente maneja al Manchester City. Pero resultó ser un falsificador de documentos, robándoles más de siete millones de dólares a su esposa para comprar el equipo, por lo cual fue sentenciado a cinco años en prisión en 2018.
El empresario prometió colocar al equipo entre los primeros ocho clubes de Inglaterra para 2016. Pero su efímera gestión sólo provocó deudas, impagos de salarios y el descenso del club en 2010. Portsmouth descendió tres Divisiones y sus deudas fueron saneadas por un fideicomiso conformado por aficionados al club.
La llegada de inversionistas multimillonarios al futbol inglés han sido un dolor de cabeza para muchos clubes cuyos aficionados no ven colmadas sus expectativas. Desde 2007, los aficionados del Newcastle lamentan la hora en que fueron adquiridos por Mike Ashley, un empresario de retail o comercio minorista cuya gestión acumula dos descensos a Championship y cada vez menor inversión en jugadores de primer nivel mientras el dueño espera a un comprador-mecenas que no llega.
Por su parte, aficionados del Charlton Athletic llegaron a pintarrajear la casa del empresario belga Roland Duchatelet y los domicilios de algunos amigos, debido a su gestión que llevó al club a descender dos Divisiones. El enojo de los seguidores del club los ha llevado a lanzar pelotas de playa y cerdos de peluche al campo de juego.
Estas historias bien pudieron pasarle al Manchester City. Los propios Citizens fueron adquiridos en 2007 por un salvador tailandés, Thaksin Shinawatra, ex-primer ministro de su país. Un año después, debió vender el club por problemas financieros y acusaciones de corrupción en su contra.
Pero a diferencia de los otros clubes ingleses, Shinawatra y el Manchester City encontraron al inversionista ángel que necesitaban, así como el endeudado empresario inglés Ken Bates logró vender el Chelsea a un ruso multimillonario llamado Roman Abramovich en 2003. La venta, valuada en 200 millones de euros, cambió la historia del Manchester City y reconfiguró el actual orden futbolístico británico.