Lorena Valerdi Contreras
Yo antes de conocer a la tiroides
Al principio el cansancio se presentaba como “bajones” de energía en algunos momentos del día, que los juzgué como normales, pero con el paso de las semanas estos “bajones” iban dominando la mayor parte de mis días, a tal grado de despertarme con dificultad en las mañanas, aunque hubiera dormido toda la noche. Además lloraba sin motivo, se me olvidaban las cosas y estaba enojona.
También mi cuerpo empezó con cambios, el cabello se caía a mechones, me sentía hinchada; a pesar de esto intentaba continuar con el ejercicio de siempre pero empecé a subir de peso, entonces intensifiqué los cuidados en lo que comía y aumenté el ejercicio aunque terminara con los músculos adoloridos. Luego las menstruaciones me sacaban cada susto cuando comenzaron a ausentarse. Busqué explicaciones a todo lo que me estaba pasando: culpé al exceso de trabajo, al “estrés” y hasta a mi novio. Intenté con ánimos propios minimizar lo que me pasaba. Trascurrieron un par de meses, acepté mis kilos de más y compré ropa una talla más grande, me corté el cabello, renuncié a mi trabajo y le pedí un tiempo a mi novio; desmotivada y triste cambié el gimnasio por el sofá, las series de televisión y chocolates rellenos de chocolate. Cada vez me costaba más lidiar con el cansancio. Simplemente no tenía “pila”. Mis amigas me diagnosticaron depresión, y una de ellas me dio el número telefónico de su psiquiatra.
Un día de visita con mi madre, en tono de preocupación me dijo: “Hija, te veo desmejorada, todo el tiempo estás cansada y de mal humor”.
Rompí en llanto y con mi madre acepté, que algo me pasaba.
Ella me llevó con su médico, escuchó mis síntomas, me revisó y me dijo: “Efectivamente, lo que le pasa no es normal, sospecho que puede ser un mal funcionamiento de su tiroides”. ¿Qué es eso?, le dije. Él me contestó: “Yo no soy el especialista indicado para ayudarle con ese tema, le voy a solicitar unos exámenes y le recomendaré una doctora experta en eso”.
Por supuesto, saliendo del consultorio consulté en Google “enfermedades de la tiroides” y me pronostiqué que iba a morir gorda y sin cabello. Nerviosa fui a tomarme los exámenes y obtuve la cita con una e-n-d-o-c-r-i-n-ó-l-o-g-a.
Ella escuchó lo que sentía, me revisó cuidadosamente y revisó mis exámenes, me miró y me dijo: “No se preocupe, usted puede sentirse muy mal, pero una vez que comencemos el tratamiento se pondrá bien y volverá a sentirse como era antes”.
La verdad es que ya ni recordaba cómo era yo cuando me sentía bien.
La especialista comenzó a explicarme, con dibujitos, que la tiroides era una glándula con forma de mariposa que teníamos en el cuello y que producía unas hormonas que influyen en el funcionamiento de todo el cuerpo, desde la punta del cabello hasta los pies.
Conforme me iba explicando sentía que mi pecho se liberaba de una presión y me solté a llorar porque ahora sabía lo que me estaba pasando y poco a poco mis síntomas tomaban sentido, ¡yo no estaba loca! Cuando dejé de llorar la doctora continuó su explicación, me dijo que mi tiroides ya no funcionaba al cien por ciento, y a eso se llama hipotiroidismo. Me dijo también que con una pastilla íbamos a ayudar a la tiroides a completar su trabajo, para que mis síntomas mejoraran.
Han pasado unas cuantas semanas y con el tratamiento cada día que pasa voy mejorando, me reinscribí al gimnasio, empecé a trabajar, regalé los chocolates y regresé con mi novio, siento que vuelvo a ser yo, como era antes de saber que existía la tiroides.
Acerca de la autora
Dra. Lorena Valerdi Contreras es médico especialista en medicina interna y endocrinología, comprometida con la objetividad de la ciencia, y aprendíz de escritora en la escuela de escritores SOGEM, fascinada con lo sublime de la literatura. Está convencida de que a través de la literatura se puede contribuir al bienestar de las personas.