Lo volvieron a doblar
El 2 de mayo del 2020 en el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) por órdenes giradas desde Palacio Nacional se detuvieron indefinidamente las pruebas requeridas antes de que las nuevas plantas de energía limpia puedan entrar en funcionamiento, argumentando que era provocado por la pandemia. Días después, la Secretaría de Energía generaba un conjunto de reglas que amplían la capacidad para limitar la producción -energías limpias- y agrega nuevas pruebas en el reglamento una nueva serie de pruebas para todos los proyectos solares y eólicos,
dándole además al Cenace para rechazar nuevas solicitudes.
Desde diciembre del 2018 -a solo días de tomar posesión-, el presidente López Obrador canceló las subastas eléctricas, dando una señal de que quería un México convertido en potencia de combustible fósil, relegando a la solar y la eólica. Y lo corroboró el 28 de marzo del 2020, cuando en un video grabado en La Rumorosa, Baja California, al referirse a las turbinas dijo que eran una insensibilidad de los gobiernos anteriores. “Miren cómo afecta el paisaje natural”, preguntándose “cómo se atrevieron a dar permiso para instalar esos ventiladores”. Mientras que el 15 de octubre del 2021 -durante su mañanera- López Obrador aceptó su rechazo a la generación de las energías limpias, señalando que esos proyectos se “usaron en el pasado para hacer negocios sucios”, y puso como ejemplo los parques eólicos del Istmo de Tehuantepec.
La intención -a todas luces- siempre ha sido impedir el desarrollo de proyectos de generación de energías limpias. La pandemia y los "negocios sucios” del pasado solo eran pretextos en contra de las nuevas energías, en su intento por sofocar la inversión privada y de esa manera proteger a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), según un estudio realizado por un grupo de expertos de la Plataforma México Clima y Energía (PMCE).
Y apenas el lunes pasado desde su púlpito en Palacio, López Obrador, a manera de burla, confirmó su postura y dijo “se acuerdan que había un candidato del bloque conservador que decía que para que construimos refinerías si el futuro eran los carros eléctricos”. Y le dedicó un buen tiempo a poner en pantalla el video publicado en las redes sociales a principios de año, donde el panista Ricardo Anaya -excandidato presidencial del Partido Acción Nacional (PAN)- criticó al presidente por su apuesta al petróleo y la gasolina. “Hacer refinerías es tirar el dinero”, haciendo referencia a la adquisición de la Deer Park en Houston, Texas, así como a la construcción de la refinería Dos Bocas en Tabasco, además de insistir en que las energías limpias son la mejor opción. “Esos fierros no van a servir para nada en el futuro, pero esta vez el problema de López Obrador no es su edad, el problema es que sus ideas son viejas y no entiende el mundo. Tenemos un futuro brillante a nuestro alcance, solo hace falta sentido común y visión de futuro”, dijo Anaya en su mensaje.
Cuatro días después -el viernes pasado-, durante el Foro de las Principales Economías sobre Energía y Clima convocado por el presidente Joe Biden, el presidente fue otro. Apareció en videoconferencia con otro tono, con otra disposición y hasta presentó un decálogo de compromisos donde habla del incremento en la producción de energías limpias, inversiones para reducir emisiones de gas metano, compromisos para aumentar la capacidad del parque solar fotovoltaico, garantizar inversiones extranjeras en el sector, creación de parques solares en la frontera para exportar energía a California, promesa de reducir los costos de las gasolinas y que para cuando termine su sexenio -2024-, por lo menos 35 por ciento de toda la energía que consuma en el país será con fuentes limpias y renovables.
¿Qué pasó?. ¿Qué lo hizo cambiar radicalmente?. ¿Quién lo iluminó?. ¿Y lo va a cumplir?, o al rato dice que siempre no, como ha sucedido con otros asuntos. La verdad exacta nadie lo sabe, pero posiblemente las muy frecuentes visitas desde Washington de John Kerry, el enviado especial para el cambio climático del presidente Joe Biden, y las del embajador estadounidense Ken Salazar -que cada ocho días lo visita- lo hicieron ‘recapacitar’ en su postura. Aunque interpretado de otra manera, podríamos decir que ‘lo volvieron a doblar’, así como Donald Trump dijo que lo hizo con el programa ‘Quédate en México’ de los migrantes o cuando se vio ‘obligado’ de soltar a Ovidio Guzman -hijo del ‘Chapo’ hace casi tres años en Culiacán, Sinaloa, dizque “para no poner en riesgo a la población y para no afectar a civiles”.
¿Usted, qué opina?
Daniel Rodriguez
daniel.rodriguez@dbhub.net