Lo que los cines quieren
¡Saludos desde la CinemaCon! De nuevo, el evento que celebra la experiencia de ir al cine ha sido una experiencia memorable, interesante. Sé que los medios mainstream y los influencers se han decantado por poner en el escaparate la presencia de las grandes estrellas —Leonardo DiCaprio, Mark Hamill, Sidney Sweeney, Gerard Butler, Danny Boyle, Darren Aronofsky y muchos más—; que James Gunn dijo tras un tropiezo que “la CinemaCon es mucho mejor que la Comic-Con” o que el estreno de la nueva versión de “Cómo entrenar a tu dragón” arrancó aplausos (los míos, incluidos) tras su primera proyección mundial. Pero yo quisiera hablar de algo distinto.
Algunos temas imperativos han estado en la boca de los exhibidores—y en la nuca de los distribuidores—en el marco de estos cuatro días de reflexión en torno al ritual fílmico. El interés común es llevar al público a las salas y volverlo fiel al bellísimo y religioso acto de ir al cine. Sobre la mesa se han puesto varias soluciones, también ha habido “enfrentamientos” de opinión muy sanos, con propuesta.
Ventanas de exclusividad más grandes; campañas de marketing más inteligentes y que no se limiten a gastar dinero en cantidad, sino estratégicamente; más películas, mejores películas, más variadas y con atributos de “evento”, mejores salas, experiencias sin fricción para el público que va al cine… en fin, muchas ideas se han lanzado al aire. El espacio no me da para comentarlas todas. Empero, mientras las cadenas de cines afirman que se preparan para gastar miles de millones de dólares para renovar sus instalaciones y dar mejores experiencias, quiero aquí reflexionar sobre un tema en particular, el más mentado de la CinemaCon: las “ventanas”.
Se entiende por “ventana” el tiempo que una película tiene para habitar un espacio de exhibición.
Antes de la pandemia, el cine tenía ventanas de, por lo menos, 90 días, lo que significa que después del estreno de una película en la pantalla grande, tenían que pasar al menos tres meses para que dicho título estuviera disponible en otro lugar (streaming, home video, televisión, las pantallitas de los aviones, entre otras). A causa del COVID-19, los estudios y distribuidores comenzaron a experimentar.
Pero la pandemia se ha ido, ahora los dueños, administradores y operadores de las salas de cine piden que se estandaricen ventanas de, por lo menos, 45 días. Los distribuidores han respondido que tienen un compromiso de “primero al cine” respecto a los títulos estelares de su catálogo de estrenos, pero con evasivas cuando se trata de aceptar el plan de los 45 días.
Asegurarle al cine una ventana de 45 días (o más) es importante: primero, para darle su lugar a uno de los rituales de consolidación de cultura más importantes que tiene el ser humano; segundo, porque la movilización del público al cine para participar del evento colectivo de ver una peli ayuda a la regeneración del rasgadísimo tejido social; tercero, y perdón por el lugar común, porque el cine se ve mejor en el cine; y cuarto, porque es bueno para el negocio, es bueno para que todos ganen: exhibición y distribución.
Hay estudios que muestran que un estreno en cines eleva el valor (cultural, artístico, identitario, comercial) de una película para cuando le toca lanzarse en las ventanas subsiguientes, como el streaming. Un compromiso sólido respecto a la duración de la ventana cinematográfica es necesario, pero, francamente, no creo que vaya a lograrse en esta CinemaCon.
La palabra “ventana” ha causado que los ejecutivos (de Universal, de Warner, de Paramount) se hundan en sus asientos durante las conferencias. Su lenguaje corporal cambia cuando escuchan la palabra. Pero es un tema que no puede eludirse más. De hecho, escuché a alguien decir: “ojalá estas conversaciones no se dieran sólo una vez al año, porque [exhibidores y distribuidores] necesitamos decirnos con mayor frecuencia qué es lo que necesitamos los unos de los otros”. Y es cierto, esa conversación tiene qué avanzar. Pero de “ya”.