Lo que la pandemia se llevó
Hace unos años, en una conferencia en Guadalajara, David Konzevik dijo: Best Buy terminará siendo la sala de exhibición de Amazon; los consumidores irán a ver los productos en piso, pero terminarán comprando en línea por precio y por comodidad. Muchos lo vieron como un buen chiste, una de esas formas que tienen los conferencistas de llamar la atención o, en el mejor de los casos, como una metáfora del porvenir. No es que no le creyéramos a David, simplemente no alcanzábamos a imaginarlo. Ayer Best Buy anunció el cierre de todas sus tiendas en México.
La pandemia es lo más parecido a un tsunami, olas de contagios que nos inundaron y nos obligaron a resguardarnos en nuestras casas. Pero mientras nosotros buscamos protegernos tratando de alterar lo menos posible nuestra cotidianidad, adaptando y forzando nuestras rutinas para que la vida se parezca a lo que ya no es, allá, bajo el agua, algo distinto está sucediendo: procesos que veíamos lejanos o incluso ajenos se aceleraron y cuando el agua regrese a su nivel y la mar vuelva a ser navegable para el común de los mortales nos encontraremos con un paisaje distinto, un mundo que, para efectos nuestros habrá envejecido diez años o más.
El gran reto para los negocios y para quienes conducen la economía de los países será adaptarse a la nueva realidad que dejará la ola de COVID-19. El problema es que por ahora sólo podemos imaginar lo que se está gestando abajo por las pocas señales que nos llegan desde el fondo del océano, señales que no son sino los cadáveres de las empresas que comienzan a flotar y otras cuyo reflejo nos permite intuir que están floreciendo en el nuevo ecosistema económico. El efecto, toda proporción guardada, es similar a las grandes guerras de siglos pasados, pero a una velocidad vertiginosa.
Sí, el reloj de la economía se adelantó diez años. A los negocios maduros los envejeció de golpe, y a lo que estaban en etapa temprana los maduró en meses. Ni los primeros están listos para envejecer ni los segundos para crecer. En los años de transición por venir, dos, tres, cinco, en realidad no lo sabemos, el nombre del juego será flexibilidad, capacidad de adaptación: las personas a las nuevas formas de consumo y a un mercado laboral inestable; las empresas a las nuevas reglas y exigencias del mercado, las naciones a una nueva economía que en países como el nuestro puede ser una gran oportunidad de desarrollo o la condena a una mayor desigualdad.
Lo que la pandemia se llevó es eso que llamábamos certeza.
diego.petersen@informador.com.mx