Lo que encontraron los otros
Los otros salieron a caminar. No sabían entonces y no saben hoy cuántos son, tampoco saben lo que significa ser muchos. Salieron sin saber casi nada, excepto la hora, el punto de partida y la inconformidad que los une, medio desdibujada. Salieron a caminar porque están contra el Uno, el Uno que hoy tiene simpatías entre todos… menos entre los otros.
Ahora son los otros, estos otros, los que salieron a caminar. En algunos lugares dicen marchar, pero ese término debería estar en desuso: no es un ejercicio castrense con orden y gritos pausados, organización por células, dirección, estrategias y cabeza. Esto es todo lo contrario. No saben ni para dónde van ni si se unirán al grito del que va al lado.
Dicen que los otros no habían salido a caminar nunca. Si eso fuera cierto, tomémoslo por cierto; que nunca habían salido a gritar contra el Uno porque el Uno de ayer les gustaba y el Uno anterior a ese de ayer era su amigo. No tenían razones para salir a caminar: para ellos eran los banquetes, los bailes y la música. Es más, uno de los Unos de ayer estaba ahí caminando con ellos, y dicen que varios lamebotas de angora también.
Ellos no tienen derecho a construir democracia, pedir justicia o igualdad de trato, porque ese no es un derecho humano inalienable, sino una función social que ejercen los que más han sufrido
Pero había muchos más que no eran ni Unos ni lamebotas ni directores de orquesta sino otros. Otros que -dicen- nunca se habían juntado para pedir respeto a la ley, para insultar al Uno, para exigir cuentas o para encontrarse con los otros como ellos. Ahora lo hicieron y sí, supieron que había más de los otros, pero encontraron también algo muy poderoso: el repudio.
Hoy saben que ellos no deben exigir en la calle respeto a la ley, ni pueden insultar al Uno ni deben gritar que se vaya. Eso no es para ellos. Nadie se los va a impedir, pero la sociedad de todos se los va a reclamar. Ellos no tienen derecho a construir democracia, pedir justicia o igualdad de trato, porque ese no es un derecho humano inalienable, sino una función social que ejercen los que más han sufrido. A ellos se les ve, desde lejos, que no han sufrido como los demás. Desde lejos se ve que no son como todos, que han tenido pan en su mesa y desde los tiempos de Abraham eso significa que no son aptos para mandar un mensaje caminando por sus calles.
Los otros no son aptos porque se lo buscaron. Son culpables. Desde lejos se les ve, no es necesario escucharlos, se observa en la forma que los recubre. Deben guardarse, tener remordimientos y saber que no deben pedir nada, ni con razón ni sin ella, porque ayer no lo hicieron y anteayer tuvieron pan y antes excluyeron a los otros. Nadie les impedirá que salgan, pero todos les recordarán que el ágora no es para ellos, que ellos son los otros de hoy y que esta sociedad no sabe cómo hacer para incorporar en cada etapa a los otros.